Con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2025 el obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos ha dado a conocer un mensaje bajo el título «Los migrantes, misioneros de Esperanza».
Fernando García Cadiñanos señala que « La cuestión migratoria se ha convertido, en el momento presente, en uno de los temas de rabiosa actualidad. Es una de las cuestiones que genera preocupación, debate ciudadano,
enfrentamiento político. No falta tampoco una cierta hipocresía al impedir trabajar por cuestiones administrativas a personas que necesitamos, que quieren y pueden trabajar. La paralización de la Iniciativa Legislativa Popular es prueba de ello.
Quizás el tema migratorio se está convirtiendo en uno de las cuestiones centrales que marcará el devenir de los próximos años en la concreción de un proyecto social y ciudadano.
Y no es bueno que se afronte desde las emociones, los miedos, las ideologías, las culpabilizaciones y las falsas informaciones. Tampoco es oportuno hacerlo desde soluciones simplistas, populistas y particulares. Por eso, es oportuno el juicio que el papa León hace sobre ciertas posiciones a la hora de afrontar el fenómeno: “La tendencia generalizada de velar exclusivamente por los intereses de comunidades circunscritas constituye una grave amenaza para la asignación de responsabilidades, la cooperación multilateral, la consecución del bien común y la solidaridad global en beneficio de toda la familia humana”.
Una reflexión sosegada
Sin duda, se requiere ante la migración una reflexión sosegada y serena que nos permita afrontar el reto que significa y al que nos provoca. Se trata de una oportunidad que es preciso abordar a nivel global, integral y desde la clave del bien común.
En esta perspectiva se sitúa la Iglesia cuando aporta su luz y su trabajo a esta realidad. Son múltiples las reflexiones, iniciativas, proyectos, personas concretas y propuestas que la Iglesia ha generado para afrontar la realidad de las migraciones en el mundo. Acoger, proteger, promover e integrar son claves de futuro que nos humanizan y nos hacen crecer como sociedad.
La Iglesia celebra este fin de semana la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado: una oportunidad para reflexionar en positivo sobre la realidad migratoria que nos ayuda a superar el miedo al otro y a dejar de verlo como competidor y peligro para nuestro bienestar. Para ello es bueno no olvidar las causas profundas y reales que están en la decisión de emigrar. El papa León nos las indica en esta frase: “El contexto mundial actual está tristemente marcado por guerras, violencia, injusticias y fenómenos meteorológicos extremos, que obligan a millones de
personas a abandonar su tierra natal en busca de refugio en otros lugares”. Si las analizamos podremos cuestionar la voluntad libre de muchos migrantes y comprender mejor sus procesos consecuentes de duelo y demás.
Afrontar el fenómeno y mirar en positivo
Personalmente, me gusta afrontar el fenómeno desde lo concreto y el contacto personal. La generalización nos lleva a teorizar, divagar, ideologizar. Sin embargo, el encuentro concreto con cada persona migrante, con sus historias y sus sueños, la oportunidad de tocar, mirar, dialogar, conocer, nos abre un nuevo horizonte que nos permite ser más justos y humanos al acercarnos al fenómeno. ¡La realidad siempre supera y corrige a la idea!
Junto a ello, la Iglesia nos invita a mirar en positivo. Así lo hacía Jesús con cada persona: como oportunidad de crecimiento, de encuentro, de trascendencia. Problematizar un fenómeno y estigmatizarlo nos impide practicar la acogida y acercarnos con un necesario humanismo. Aparte de las cuestiones económicas, a las que muchas veces reducimos tristemente a las personas, es innegable, como decimos los obispos en el mensaje de la jornada, “que ellos están revitalizando con su juventud, sus valores, su trabajo, sus vidas, sus familias, su fe, sus ideales, la realidad social y eclesial de nuestro país y de nuestras comunidades parroquiales, además de hacerlo en sus propios países de origen”.
Por eso, sin duda, ellos se convierten, en nuestro mundo, en auténticos “misioneros de esperanza”, como reza el lema de la jornada de este año. Para nuestra sociedad no son un problema, son motivo de esperanza, por lo que tenemos que seguir trabajando en la creación de ese “nosotros” más amplio, donde la dignidad de cada uno y la justicia social puedan ser disfrutadas por todos. Este deseo, sin duda, es parte del plan de Dios para nuestro mundo».
Vuestro hermano y amigo,
Fernando García Cadiñanos-Obispo de Mondoñedo-Ferrol