Ante la celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad 2025 el obispo de Mondoñedo-Ferrol ha enviado a todos los diocesanos el siguiente mensaje «La Iglesia, con las personas discapacitadas»
Se celebra hoy, día 3 de diciembre, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Una jornada que nos invita a visibilizar a tantas personas que sufren algún tipo de discapacidad: física, sensorial, intelectual, psicosocial, mental. Una situación que afecta a más de cuatro millones de personas en nuestro país, en torno al 9 % de la población. Y junto a ello, pretende interrogarnos sobre el tipo de sociedad y de Iglesia que estamos construyendo para que todos se sientan plenamente integrados.
Desde la Iglesia se trata de una realidad que nos debe preocupar. Son muchos los encuentros y las visitas que voy realizando a asociaciones y colectivos que trabajan con estas personas.
Entre las muchas presencias en nuestra diócesis, me alegra especialmente la del Hospital San Pablo en Mondoñedo y el trabajo que las Hijas de la Caridad allí realizan. Junto a este ejemplo, tantas personas e iniciativas que dedican tiempo, trabajo, imaginación, voluntariado a esta loable realidad. ¡Gracias!
En mis encuentros me comentáis vuestros proyectos, esperanzas, logros. Sin duda, es mucho lo que se ha avanzado en este campo en nuestra sociedad. Tenemos que agradecerlo y alegrarnos por ello, sabiendo que todavía nos queda mucho camino por recorrer. En una sociedad marcada por la meritocracia y un individualismo que exalta la «autonomía» absoluta, existen enormes dificultades para acoger la interdependencia y la fragilidad humana. Por eso, entre otras cosas, nos falta no poca sensibilización hacia estos colectivos. No tenemos una mirada atenta que ayude a integrar, acoger, promover. Entre todos, hemos de superar y vencer tantas barreras que dificultan a muchas personas poder participar y enriquecer a nuestra sociedad.
El mensaje de Jesús enraíza más fuertemente la inviolable dignidad de toda persona, sea cual sea su situación y estado. Cada persona, con sus dones y su historia particular —también con sus fragilidades—, es un regalo único de Dios. La discapacidad nunca puede ser vista como una carencia. No se trata, por tanto, de compadecernos, sino de promover un camino de justicia que construya una sociedad del bien común: en ese marco, todos alcanzarán la plena inclusión desde el ejercicio de los derechos. El ejemplo de Jesús en el evangelio, que se encontró con tantas personas con discapacidad a las que volvió a introducir en el camino y en la comunidad, es un buen ejemplo y semilla para nosotros.
En ese sentido, me gustaría hoy dirigirme a las personas con discapacidad y a sus familias: la Iglesia os ama, y necesita de todos y cada uno para ser la gran familia de todos. La Iglesia os necesita y quiere acompañaros también en vuestro caminar. El encuentro con Cristo puede ayudaros también a descubrir un nuevo sentido y horizonte a vuestra existencia que os lleve, como a todos, a la plenitud y a la felicidad. Vuestras vidas de esfuerzo, sacrificio, valentía, entrega escondida, generosidad, solidaridad, alegría… son un testimonio de fe y una brillante aportación para nuestra sociedad que nos gustaría mucho fomentar y animar desde la caridad en Cristo.
También, en este día, sería bueno que, como Iglesia, nos hiciéramos algunas preguntas: ¿Hacemos todo lo posible para que todos, según sus capacidades, puedan encontrarse con Jesús? ¿Suprimimos o hacemos lo posible por suprimir barreras de todo tipo en nuestra comunidad: físicas, culturales, comunicativas, mentales? Escuchamos, acompañamos y acogemos a las asociaciones y colectivos con discapacidad en nuestras parroquias? ¿Nos adaptamos a las necesidades de las personas? ¿Son nuestras comunidades, de verdad, una madre/familia que sabe acoger, acompañar, dar protagonismo y encontrar un lugar para cada uno de sus miembros? Estas preguntas pueden ser un buen examen de conciencia que promueva caminos de conversión siempre necesarios: en la adaptación de nuestros templos, en la catequesis, en la participación litúrgica…
La Iglesia quiere ser fermento de una nueva sociedad donde se nos mire como personas y no por nuestras capacidades. A esa tarea os animo.
Vuestro hermano y amigo,
Obispo de Mondoñedo-Ferrol
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