Fernando García Cadiñanos, un pastor que sabe acoger, escuchar y sembrar esperanza

(José Carlos Enríquez Díaz)- El encuentro de los medios de comunicación con Fernando García Cadiñanos, obispo de Mondoñedo-Ferrol, celebrado en la mañana de este viernes, 19 de diciembre,  ha sido mucho más que una comparecencia institucional. Fue, ante todo, una experiencia de acogida, de cercanía sincera y de diálogo sereno. Todos salimos con la misma sensación: la de haber sido escuchados, valorados y tratados con respeto por un obispo profundamente humano, cercano y con auténtico corazón de pastor. «Don Fernando no habla desde la distancia, habla desde la vida, desde la preocupación real por las personas y por la tierra que le ha sido confiada».

Desde el primer momento, su tono amable y su fino sentido del humor marcaron el encuentro. Comenzó felicitando la Navidad y lo hizo con una sonrisa que rompió cualquier formalismo. Bromeó diciendo que él es el primero en “abrir Ferrol al mar”, porque desde la terraza de su casa disfruta de una vista privilegiada de toda la ría, incluso —comentó con ironía— más amplia que la que se obtendrá cuando se derribe la muralla de los arsenales. Ese detalle, aparentemente sencillo, retrata bien a don Fernando: un obispo accesible, cercano, capaz de hablar con naturalidad y de generar un clima de confianza inmediata.

En medio de un mundo saturado de consumo, prisas y titulares alarmantes, don Fernando quiso ir al núcleo de lo esencial. Recordó que nos estamos olvidando de la buena noticia, esa que no suele ocupar portadas, pero que sostiene la fe y la esperanza de muchas personas. La gran noticia para los creyentes es que Dios no nos abandona, que Dios camina con nosotros y acompaña nuestra historia, incluso en los momentos más difíciles. Esta convicción no es una idea abstracta en su discurso, sino una actitud vital que se percibe en cada una de sus palabras.

Su amor por Ferrol y por los ferrolanos estuvo muy presente a lo largo del encuentro. Don Fernando se mostró como un obispo profundamente comprometido con la realidad social de su diócesis, atento a las inquietudes de la ciudadanía y cercano a sus problemas. Valoró especialmente la unión de la gente y las movilizaciones cívicas, como las que reclaman mejoras en el tren y en el ferrocarril. Para él, estas luchas son buenas noticias, porque demuestran que una ciudad viva es una ciudad que se implica, que defiende servicios dignos y que no se resigna.

Con una mirada profundamente evangélica, afirmó que las buenas noticias también nacen de las causas nobles, de quienes trabajan por la justicia, la dignidad y el bien común. Frente a la avalancha de malas noticias —que generan desesperanza, tristeza y desasosiego—, don Fernando reivindicó la necesidad de poner el foco en todo lo que construye y humaniza.

A nivel eclesial, destacó como gran acontecimiento del año el Año Jubilar, que se clausura el domingo 28 de diciembre en la catedral de Mondoñedo. Un tiempo de gracia que ha sido, en sus palabras, una fuente de renovación espiritual y de encuentro para la diócesis. También señaló como primer gran motivo de esperanza universal el Papa León XIV, cuyo pontificado ha despertado ilusión y confianza en la Iglesia.

En el ámbito diocesano, sus palabras sobre Cáritas, que celebra 60 años de servicio, fueron especialmente emotivas. Don Fernando habló con orgullo y agradecimiento de una institución que es verdadero rostro de la Iglesia, donde miles de personas encuentran una mano amiga, cercana y respetuosa. Recordó que Cáritas no es solo ayuda puntual, sino acompañamiento, promoción y dignificación de las personas.

Al referirse al informe FOESSA, don Fernando mostró su preocupación por la realidad social. En este estudio, la vivienda aparece como uno de los grandes factores de exclusión, y el obispo fue claro y contundente: la vivienda es un derecho y tener un hogar da dignidad a las personas. En la diócesis existen diez pisos destinados a personas sin hogar, colectivos vulnerables y familias, y solo el año pasado se invirtieron más de 150.000 euros en vivienda. Datos que reflejan un compromiso real, concreto y coherente con el discurso.

Habló también del empleo precario, que muchas veces no saca de la pobreza, y de la difícil situación de la juventud, cada vez más castigada por la inestabilidad laboral. Y, como es habitual en él, no eludió uno de los temas que más le duelen: la inmigración. Con palabras firmes y llenas de humanidad, recordó que no podemos ver a las personas migrantes como quienes nos quitan derechos. Son, dijo, uno de los colectivos que más sufren los problemas de nuestro tiempo, y merecen una mirada justa, solidaria y fraterna.

Don Fernando también quiso desmontar la visión reduccionista de Cáritas como mero asistencialismo o como símbolo de las llamadas “colas del hambre”. Insistió en que Cáritas trabaja por la transformación económica y social, por la formación, la promoción personal y la búsqueda de empleo, sembrando esperanza a largo plazo.

En clave eclesial, transmitió ilusión al hablar de los cinco nuevos sacerdotes que han llegado gracias a la cooperación entre iglesias, así como del esfuerzo por formar a los seglares. Utilizó una imagen muy clara y pedagógica: nadie planta un nogal pensando en recoger nueces el mismo año. Primero hay que sembrar, cuidar y esperar. Si no se siembra, no hay cosecha. Una enseñanza que refleja su visión paciente, realista y profundamente esperanzada.

Desarrollo de la segunda fase restauración iglesia Dolores, durante el mes de mayo de 2024

El patrimonio también tuvo su espacio. Destacó la iluminación de la catedral de Mondoñedo, que realza su belleza y mejora la seguridad, y celebró con especial alegría la restauración de la iglesia de Dolores, una noticia muy querida por los ferrolanos y las obras llevadas a cabo para Rejuvenecer» las torres de la concatedral.

En lo alto de la torre de la concatedral

Finalmente, al referirse a la política, lo hizo con respeto, pero con honestidad. Lamentó la degeneración de la política en general, señalando que podría ser algo hermoso si estuviera verdaderamente al servicio del pueblo. Cuando se pierde ese horizonte, afirmó, crece la desconfianza ciudadana.

El balance del encuentro no puede ser más positivo. Don Fernando García Cadiñanos se mostró tal como es: solidario, conciliador, profundamente humano y evangélico. Un obispo que acoge, que escucha y que camina con su gente. Un buen pastor, con el auténtico espíritu de Cristo, que sabe sembrar esperanza incluso en tiempos complejos. Por eso, todos salimos contentos, reconfortados y agradecidos. Porque cuando un obispo es así, la Iglesia se siente hogar y la palabra “esperanza” cobra sentido real.

Y al final no faltó la foto de familia con varios de los asistentes al encuentro, en una mañana soleada y «con vistas a la ría»

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