Antonio Miguel Carmona-(director de Diario Crítico)
Ha muerto el parlamentarismo, ha nacido la cuna de los despropósitos. El Legislativo sucumbe ante la mediocridad y el sectarismo mutilado por el Ejecutivo, la mezquindad, la impostura y la ignorancia.
No suelo comentar experiencias personales de mi vida parlamentaria y evito, todo lo que puedo, mezclar mis opiniones políticas nacionales con los asuntos de defensa de los intereses de los madrileños.
Aclaro que la inmensa mayoría de los parlamentarios, al menos los que yo conozco registrados en todos los grupos políticos, ejercen su labor de forma tan digna como educada. Pero hay otros, empero, cuya actitud, educación y cultura manchan la institución desde mi punto de vista más importante de la nación.
Primero, el Ejecutivo mata al Legislativo. El Parlamento y las Asambleas regionales se han convertido en una suerte de jaula de grillos en los que el poder Ejecutivo ejecuta con órdenes que pone en práctica la mayoría que le sustenta y por lo tanto ejecuta también el debate entre los oradores.
Segundo, la mezquindad preside las sesiones. Es común observar cómo a los argumentos de la oposición, al menos en la Asamblea de Madrid, la respuesta del Consejo de Gobierno o de algunos diputados de la mayoría es entrar en la vida privada, actividades profesionales o asuntos lúdicos de los parlamentarios. Al principio me llenaba de alegría porque era el indicador de su falta de argumentos, pero, vista la muerte del Legislativo a manos de la mezquindad, me abruma y apena sobremanera.
Tercero, la impostura o el principal homicida del debate. El falseamiento de cifras se hace con toda impunidad. Cuando sube el paro, alguien lee desde la tribuna el dato y cita la fuente. Pero, inmediatamente después sale otro parlamentario (mintiendo) y refutando al primero, al dato y a la fuente (esto es lo que más nervioso me pone). ¿Cómo es posible?
Y cuarto, la ignorancia sentada impunemente en los escaños. Un consejero (no voy a decir quién) en un parlamento regional (tampoco señalaré cuál), mostró un enorme desconocimiento de qué es y para qué sirve la Balanza de Pagos, ignorancia que reconoció en su segundo turno. El consejero era… ¡de Economía!
Por eso quizás la solución sea devolver el Parlamento y las Asambleas a los ciudadanos, liberarles del secuestro al que le tienen sometido el Ejecutivo, la mezquindad, la impostura y la ignorancia.