El Rey ha confesado su preocupación por la existencia de «políticas rupturistas» en España en un momento en que al país lo que le conviene es la «unidad», al tiempo que ha advertido sobre la «falta» de «vertebración del Estado».
En una entrevista en TVE –la primera que concede desde el año 2000– con motivo de su 75 aniversario, que se cumple mañana, Don Juan Carlos afirma sentirse con «energía» e «ilusión» para afrontar los retos que los españoles tenemos por delante y expresa su tranquilidad de ver cómo su hijo se ha convertido en el Príncipe de Asturias «mejor preparado» de la historia de España.
El conductor de la entrevista, el periodista Jesús Hermida, pregunta al monarca en un momento de la conversación qué es lo que más le preocupa o incluso le duele de todo lo que ocurre hoy en España.
Don Juan Carlos cita dos problemas. En primer lugar, «la falta de trabajo que lleva a que millones de familias no puedan vivir con dignidad» y a que los jóvenes tengan que irse al extranjero a buscar un empleo.
Pero aparte del paro, confiesa su preocupación por «las intransigencias que conllevan maximalismos» y la existencia de «políticas rupturistas«, algo que «no le conviene nada» al país, justo en un momento en que lo que se precisa es «unidad», estar «todos unidos a un futuro y a una idea».
En su opinión, lo más importante que queda por hacer en España es conseguir una nación «más igualitaria y más justa» y lograr la «vertebración del Estado», que él echa en falta en la actualidad.
Don Juan Carlos afirma encontrarse «en buena forma, con energía y, sobre todo, con ilusión para seguir adelante y afrontar los retos» que los españoles tenemos por delante, y hacerlo «buscando el mayor consenso».
Se siente orgulloso de «haber cumplido» con su deber «como español y como Rey durante tantos años» y satisfecho de «esta España moderna, democrática y solidaria» conseguida por los españoles «todos juntos».
Pero revela que una de sus mayores insatisfacciones es «haber tenido que aguantar tantos años la violencia terrorista«, que ha dejado «cerca de mil» muertos. «Eso se queda dentro permanentemente«, dice.
El Rey que unió a todos los españoles
Y revela a Hermida que le gustaría que le recordasen como «el Rey que ha unido a todos los españoles y que con ellos ha conseguido recuperar la democracia y la monarquía».
El jefe del Estado no escatima elogios cuando le preguntan por su hijo, al que ve como el Príncipe de Asturias «mejor preparado» de la historia de España. «Es una bendición del cielo y una persona encantadora. Como hombre es de una gran honestidad intelectual, muy preparado, muy trabajador y luego es muy leal, muy leal sobre todo a mí«, subraya el Rey, que reconoce que le pregunta y comenta con su hijo muchas cosas.
La preparación de Don Felipe como Heredero de la Corona lleva al monarca a afirmar que los españoles pueden tener «confianza» y «seguridad» en él, al comprobar que tienen a «alguien preparado» para sucederle en la Corona.
De su padre, el conde de Barcelona, destaca que dedicó su vida a España y recuerda el consejo que le dio de que fuera «Rey de todos los españoles» porque «es la única forma de hacer que España salga adelante».
La entrevista concluye con un mensaje de aliento del Rey a la sociedad española ante la crisis que padece nuestro país. Tras considerar que «la pasión» es al mismo tiempo la principal virtud y el principal defecto de los españoles se muestra convencido de que «juntos» podemos salir de la situación actual.
«Lo que hay que recuperar del todo es la esperanza y la confianza en nosotros mismos y, sobre todo, la confianza en España«, que ha sabido salir «de otras muchas cosas» en las últimas décadas.
El Capitán General de Cataluña no aplaudió a Arturo Más; faltaría más; lo que no se es qué pintaba en un acto donde no estaba la bandera de España y se tapaba el cuadro del Rey, además de proclamar a un independentista. ¿por qué o por quienes se ha llegado hasta aquí?
Artículo del GE Alejandre:
La palabra procede del latín «applaudere» y se define como «expresión de aprobación mediante palmadas, para crear ruido». Es una forma no verbal de comunicación de masas, indicadora de la opinión media del grupo. En Roma se contrataba a personas para aplaudir en algunos actos. Y todos sabemos lo que significa la palabra francesa «claque», hoy muy empleada en programas televisivos.
Del aplauso se hace hoy abuso. Se aplaude hasta en ciertos entierros. Los teatros de Berlín prohíben los aplausos durante el espectáculo y antes de la bajada del telón. ¡Serios estos alemanes!
Interesada y demagógicamente ciertos medios y redes sociales han difundido la imagen del actual Capitán General de Barcelona –hoy rebautizado por un ministro vergonzante como Inspector General– presente en el acto de toma de posesión de Artur Mas como president de la Generalitat. La fotografía corresponde al final del acto y recoge en primer plano al Ministro Montoro y al ex President Montilla aplaudiendo sin convicción, de oficio, mirando cada uno a un horizonte indeterminado. Detrás de ellos, digno, mirada penetrante, aparentemente relajado, el General se mantiene inmóvil. No aplaude.
Imagino todo lo que pasaba por su cabeza. Conozco lo que es cruzar entre una muchedumbre vocinglera y amenazante atrincherada en el anonimato. Lo he conocido en Barcelona y en un pueblo del Magdalena Medio colombiano. Pero otros generales lo han conocido en Granada o en Palma de Mallorca. Y se han plantado.
Desconozco en cambio lo que es llegar a un acto institucional en el que la imagen de S.M el Rey, que lo es constitucionalmente de todos los españoles y además Jefe de las Fuerzas Armadas, esté tapada con una cortina negra. Tampoco sé lo que es escuchar, cara a cara, de frente, frases disolventes y/o excluyentes. ¡La palabra y el incierto e imprevisible eco de sus interpretaciones, mi General!
Siempre he repetido que los miles de españoles que ayudaron a pacificar la ex Yugoslavia regresaron vacunados de nacionalismo excluyente. Muchos recordamos que unas palabras pronunciadas por el líder político de los serbios en Bosnia-Herzegovina Radovan Karadzic, fueron interpretadas por Ratko Mladic en una macabra operación de «limpieza étnica» que asesinó en Srebrenica a más de seis mil bosnio-musulmanes. No hablamos de las Cruzadas. Hablamos del año 1995 y de un pueblo situado al este de Sarajevo, supuestamente protegido por tropas holandesas de Naciones Unidas. Eso si, se mataba, se quemaba en fosas comunes, porque redimían lo que Mitchael Ignatief denomina «el honor del guerrero» de sus antepasados.¡ Sus antepasados de la Primera Guerra Mundial! Es decir salvaban honores a ochenta años vista! ¡Ya es memoria histórica!
¡Cuidado con las palabras que las carga el diablo!
¿Y pretenden que un General aplauda en estas circunstancias, como las que vive la Generalitat?
He defendido a Cataluña y a muchas de sus gentes por tierra, mar y aire. Tengo allí a entrañables amigos. Si tuviese que priorizar lealtades, sé bien donde las señalaría. He trabajado con empresas serias, con ONG,s responsables, puntuales y sacrificadas; he conocido altos niveles de cultura y generosidad en donaciones. Ellos sí merecen el aplauso.
Pero reconozco que hoy, manoseada a sabiendas la Historia, convertida la política en finca privada de unos pocos, el panorama general es distinto. Me hiere ver que quienes mienten, saben que mienten y lo hacen y transmiten sólo en provecho propio. ¡Es tan fácil decirle a la gente que mejorará su nivel de vida cuando se libren del yugo expoliador de los demás españoles!
Espero que esta tribuna no anime a iniciativas que ya actuaron en otros casos. Por supuesto yo –que como jubilado no represento ni al Ministerio ni a las Fuerzas Armadas– asumo los cariñosos insultos que me llegarán de un muy buen construido fanatismo. También aparecerán los mismos rasgadores de vestiduras que exigirán al Ministro el cese o arresto del General. Son los mismos que pidieron –y consiguieron– la cabeza del General Mena cuando en una Pascua Militar celebrada en la Capitanía de Sevilla, predijo preocupado lo que vive hoy su compañero de Barcelona. La puso complacido sobre bandeja de plata el ministro de turno, cuando todos conocíamos la catadura moral del denunciante, personaje de doble discurso, famoso en Barcelona por la persecución inmisericorde a la que ha sometido a sus inmediatos círculos laborales femeninos. Porque la corrupción en Cataluña no ha sido sólo económica.
Un último apunte debo precisar. Los militares habitualmente no aplaudimos. Si es ante superiores menos, porque sería considerado un acto de sumisión. Y si aplaudimos, es porque nos consideramos ciudadanos libres y en uso de esta libertad lo hacemos cuando queremos. No hay reglamento que diga lo contrario .
La Historia dice que se esconden más deslealtades y traiciones tras un falso aplauso, que tras un leal y respetuoso silencio. El que hizo suyo el Capitán General de Barcelona