Pedro Sande García
En una reciente entrevista, Julio Llamazares afirmó que las librerías están llenas de libros de gente que no son escritores. Atrevida afirmación. Sigue diciendo Llamazares que escritor es aquel que seguiría escribiendo aunque no le leyeran ni publicaran, porque tiene la necesidad de escribir. Miren ustedes, yo he escrito dos libros que auto publiqué y un tercero que tengo guardado en un cajón, también he escrito algo más de 100 artículos de prensa. En todos los casos mis lectores han sido y son un número muy reducido pero yo seguiré escribiendo aunque no tenga lectores y mis escritos le hagan compañía a esa novela guardada en un cajón. Escribo por necesidad personal y porque me gusta. Para Julio Llamazares yo entraría en la categoría de escritor. Nada más lejos de la realidad.
Desconozco cuales son las características que otorgan la etiqueta de escritor pero desde luego yo no lo soy ni tampoco lo siento. Recuerdo haber jugado grandes partidos de fútbol en el arenal de la Frouxeira y tanto yo como todos los entusiastas que se divertían conmigo no éramos futbolistas, ninguno llegó a serlo. Ocurre lo mismo con los que juegan de forma regular al tenis, por el simple hecho de practicar esta actividad no les convierte en tenistas. Entonces ¿Qué es lo que define a una persona como escritor?, ¿es el poder vivir de forma exclusiva de lo que escribe? Si esto fuese así en España no habría más que diez o doce personas a las que se podría calificar como escritores.
Un autor recibe por cada libro vendido entre el 8 y el 10 por ciento del precio de venta, como verán a los creadores literarios les ocurre lo mismo que a los agricultores que obtienen un porcentaje mínimo sobre el precio final de venta. Se considera que para ser un éxito de ventas (best seller) hay que vender alrededor de 10.000 ejemplares. Echemos una simple cuenta con el caso del best seller y lo que reportaría a su autor, si el precio del ejemplar vendido fuese de 20€ y el autor recibiera el 10% del precio de venta, los 10.000 ejemplares le reportarían 20.000€ brutos. Creo que son cifras, no quiero aburrirles con más datos, que demuestran que la mayoría de los escritores que conocemos recurren a las conferencias, las tertulias, los debates y la enseñanza para complementar sus
ingresos. Es posible que algunos también desarrollen actividades lejanas al mundo literario como podrían ser ingenieros, cocineros, electricistas, poceros, etnólogos, camareros, abogados…Conclusión, etiquetar a un autor en la categoría de escritor es algo complejo.
Se preguntarán ustedes ¿esta crónica no trataba sobre el Premio Planeta?, me tienen que perdonar por mi extensa introducción pero me ocurre a menudo, me pongo a escribir y me pierdo por los Cerros de Úbeda, lo mismo que le ocurrió al capitán Álvar Fáñez durante la reconquista de la ciudad jienense por parte de las tropas de Fernando
III. Lituma en los Andes (premio Planeta 1993), Mario Vargas Llosa y Riña de gatos. Madrid 1936 (premio Planeta 2010), Eduardo Mendoza, son los dos últimos ganadores del premio Planeta que he leído. Dos lecturas que no me entusiasmaron y tampoco creo que se encuentran entre las obras más brillantes de dichos autores. Los premios y galardones no influyen en la elección de mis lecturas. Leo porque ya conozco al autor o por la recomendación de algún prescriptor (los influencers me da la impresión que no leen mucho) cuyos consejos tengo en estima.
Sobre la concesión del último premio Planeta mucho se ha hablado y escrito, es la misma polémica que se repite año tras año. Yo creo que es debido a no que se conoce o no se quiere reconocer cual es el principal objetivo de este premio dotado con un millón de euros. El premio Planeta no se otorga por una trayectoria, tampoco premia la calidad literaria, lo cual no quiere decir que la obra premiada esté exenta de calidad. El premio Planeta es una operación comercial mediante la cual hay tres claros ganadores en términos estrictamente económicos, la editorial, el autor y la hacienda pública. No hay cifras fiables que indiquen el número de ejemplares vendidos de un premio Plantea, hay estimaciones de entre 300 y 600 mil ejemplares vendidos, de la ganadora de 2024 he encontrado la cifra no oficial de 200 mil ejemplares vendidos en los dos meses posteriores a su publicación. Me voy a quedar con la cifra de 300 mil ejemplares. He visto que el precio de venta de la novela ganadora de 2025 es de 20,80€. Esto querría decir que el autor, sobre unas ventas totales de 6.240.000€, en el caso de percibir el 10% se llevaría
624.000€, el resto estaría repartido entre la editorial, el distribuidor y el punto de venta. Parece que el beneficio económico está claro. Si además, como ocurre con el premiado este año, el ganador es un personaje público expuesto a diario en los medios de comunicación y las redes sociales, el gasto de promoción se verá considerablemente reducido. Una ecuación perfecta para rentabilizar el millón de euros con el que está dotado el premio.
No voy a hablar sobre la calidad de la obra premiada, un atrevimiento por mi parte ya que no la he leído, ni tampoco de la trayectoria literaria del ganador de este año, otro atrevimiento dado que no he leído ninguna de sus obras. Me imagino que la novela ganadora, además de un mínimo de calidad, será entretenida y de fácil lectura, afirmación también muy atrevida por mi parte ya que entretenido y de fácil lectura son dos conceptos muy subjetivos. Madam Bovary (Gustave Flaubert) y las Uvas de la ira (John Steinbeck) son dos novelas con las que he disfrutado y me parecen de fácil lectura, creo que en la actualidad ninguna de las dos ganaría el premio Planeta. No quiero con ello menospreciar un premio que ha sido ganado por prestigiosos escritores como los ya citados Mario
Vargas llosa y Eduardo Mendoza, además de otros como Gonzalo Torrente Ballester o Camilo José Cela.
La mayoría de lo que se habla y escribe sobre el premio Planeta suele ser una crítica nada bondadosa sobre el galardón y sobre el autor. Se pone en duda su calidad literaria, muchas veces sin haber leído la obra. Sobre este aspecto ya he dicho que es desconocer el verdadero objetivo del premio. También hay muchos comentarios sobre un
pacto previo entre la editorial y el ganador, siempre me he preguntado cómo sería la conversación entre la editorial y el escritor al que se le propone esta farsa. Si esto se demostrara, tanto el premio como la editorial y el autor quedarían desacreditados de forma automática. Se me ocurre que una de las razones del desprestigio podría tener que ver con ciertos prejuicios que siguen dominando nuestra cultura, “el apego al dinero de hecho es la raíz de todos los males” (Timoteo 6,10) y no se perdone a aquellos que ganan mucho dinero aunque sea de una forma honrada. Si esto fuese así, no oigo la misma crítica hacia tantos deportistas idolatrados que se forran participando en competiciones patrocinadas por países y organizaciones que incumplen sin ningún tipo de pudor ni de crítica los más elementales derechos humanos.
Termino y solo me queda decir que no tengo nada en contra de esta operación comercial, siempre que se actué con ética y honestidad, y desde aquí mi enhorabuena tanto al ganador del millón de euros como a la editorial y a la hacienda pública.
Cuídense mucho.
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