Pepe Fernández del Campo (Pepe Celedonio)-(*)
El Gobierno ha iniciado el expediente para declarar Ferrol como Lugar de Memoria Democrática, bajo el argumento de que en la ciudad existe un recorrido histórico en la lucha por las libertades desde 1872. El eslogan puede sonar solemne, pero esconde una operación peligrosa y tramposa, un intento evidente de condensar siglos de historia compleja en un relato convenientemente adaptado para los intereses políticos del presente, para reducir siglos de historia rica, compleja y plural en una narración moldeada no para entender el pasado, sino para justificar el presente. Porque cuando el poder decide qué parte del pasado merece honores oficiales y cuál debe permanecer en silencio, ya no estamos ante un ejercicio de memoria, sino ante una tentativa de tutela moral. Y Ferrol, que ha dado tanto a España, no merece ser utilizado como trofeo ideológico por un Gobierno que vive de manipular el pasado.
No hace falta rebuscar mucho para encontrar la verdadera memoria ferrolana. Está en los arsenales donde se construyó la Armada moderna que permitió a España proteger sus costas y mantener su presencia en el mundo. Está en los marinos e ingenieros que, durante generaciones, llevaron el nombre de España y Ferrol por los océanos, muchos de ellos saliendo de estas rías para no volver jamás. Está en los talleres y factorías que, durante más de un siglo, sustentaron la industria naval del país, generando empleo cuando otras regiones se desplomaban y sosteniendo la balanza tecnológica y exportadora en los momentos más críticos. Está también en los marineros y soldados que salieron de esta ciudad para defender la unidad nacional dentro y fuera de nuestras fronteras, sin preguntar quién gobernaba en ese momento ni qué relato oficial se impondría décadas después.
¿Y ahora nos dicen que Ferrol es, ante todo, un símbolo de protesta y represión? ¿Que su historia comienza cuando el Gobierno fija el punto de partida en el año que mejor encaja en su discurso? Una ciudad que ha contribuido decisivamente a la seguridad, el desarrollo económico y la identidad nacional no puede ser reducida a una escenografía parcial para batallas ideológicas contemporáneas. Porque la memoria, si de verdad se invoca con
honestidad, no necesita seleccionarse con pinzas ni se trocea por conveniencia.
La memoria incluye lo heroico y lo doloroso, lo que une y lo que hiere. Pretender excluir a quienes sirvieron en los arsenales, en los buques y silenciar a quienes se formaron en la Escuela de Máquinas, o a los miles de españoles que hicieron su servicio militar en el viejo Cuartel de Instrucción, dejando allí sudor, disciplina y recuerdos que marcaron una vida entera para servir a España dentro y fuera de la mar o en las misiones de ultramar sería tan absurdo como injusto. Como lo sería ignorar a las familias que sufrieron pérdidas, no solo en un periodo, sino en muchos, y a veces por razones que hoy algunos prefieren no recordar.
Ferrol no necesita que lo reinterpreten desde un despacho en Madrid. Necesita que lo respeten. Que reconozcan su contribución integral a España: la económica, la militar, la industrial, la espiritual y la humana. Si algún día ha de recibir un reconocimiento oficial, que sea para honrar a todos sus hijos y no solo a los que figuran en el pie de página de un decreto ideológico. Porque la verdadera memoria no divide, une. Y la historia de Ferrol, con toda su grandeza y toda su dureza, no cabe en un sello gubernamental. O se cuenta entera, o no es
memoria, es propaganda.
(*)-Licenciado en Derecho. Máster en Derecho de la IA- Doctorando en Inteligencia Artificial