Pedro Sande García
Leer las crónicas de Julio Camba ha sido el gran descubrimiento del que disfruté en los calurosos meses de junio y julio de este estimulante año 2025. Mientras que la prolongada canícula ha sido un sufrimiento colectivo, el calificativo de estimulante lo aplico a mi experiencia personal. Una experiencia que con toda seguridad Don Julio
aprovecharía, añadiendo Estrasburgo al gran periplo viajero que le permitió escribir sus crónicas. Si ustedes deciden compartir conmigo esta experiencia de leer los artículos periodísticos del escritor vilagarciano sepan que su lectura crea adicción. He leído que hay que hay que hacerlo a pequeños sorbos para no caer en una dependencia extrema. No fue este comentario, de una notable torpeza, el que marcó mi ritmo de lectura.
Las crónicas que el periodista gallego escribió a principios del siglo xx rebosan originalidad, elegancia, ironía y una crítica descarnada permitiendo que el lector se divierta y disfrute con su lectura. Julio Camba fue un observador y un crítico, muchas veces despiadado, de la realidad cotidiana de las ciudades en las que ejerció su profesión de corresponsal. Lo hizo sin caer en la vulgaridad ideológica y partidista en la que se ha convertido el mundo en el que vivimos. Sus crónicas reflejan una realidad tan mundana como la actual pero sin hacer uso del mal gusto y la burda descalificación que impera en la actualidad. No parece que su figura haya tenido seguidores, lo cual evidencia que la
elegancia y la crítica inteligente son excepciones en una sociedad dominada por los gritos y la grosería.
Julio Camba fue una persona con una gran inquietud viajera y ya en 1901, con 16 años, embarcó como polizón a Buenos Aires. Solo pudo estar dos años debido a que sus actividades políticas hicieron que en 1903 lo expulsarán de Argentina. Volvió a España y se instaló en Madrid donde comenzó a moverse por círculos bohemios pero de nuevo su
inquietud viajera, quizás por su origen gallego, le hacen viajar y vivir en Estambul, Londres, París, Múnich, Berlín y Nueva York desde donde desarrolla su labor periodística para varios diarios de la capital (el País y el Mundo de aquellos tiempos, ABC y un breve período en el Sol), convirtiéndose en el corresponsal más leído y mejor pagado de su tiempo.
Sus crónicas en las citadas capitales se muestran como un ejercicio de quien hace una vida en un barrio, sus palabras transforman lo excepcional en cotidiano y convierten su crítica implacable en un ejercicio de refinada elegancia.
En 1948 regresó a España y desde 1949 hasta el año 1962 vivió en la habitación 338 del hotel Palace, una curiosa experiencia que refleja la personalidad del cronista gallego y que quizás haya sido más conocida que su propia obra literaria. No ha sido Julio Camba un escritor ni muy recordado ni muy leído, ni siquiera existe una documentada
biografía, algo que parece que se negó el propio autor. El inexplicable desconocimiento que se tiene de sus crónicas puede que sea una de las razones que explique como la actividad de cronista ha sido invadida por la vulgaridad, el voceo y la mala educación.
No podría terminar este artículo sin dejarles una pequeña muestra con algunos párrafos recogidos en ‘’Julio Camba: obras 1916-1923’’.
“El inglés es un hombre que come por necesidad, mientras que el francés come por placer. El francés es un epicúreo. Para él la comida es un fin, y no un medio, como lomes para el inglés.”
“Las inglesas feas no tienen más que cuatro articulaciones: dos para mover las piernas y otras dos para mover los brazos. Los codos, las rodillas, el cuello, la cintura, etc., son inarticulados.”
‘’Toda la población alemana es ejército. Unos alemanes van vestidos de militares y otros van vestidos de paisanos; pero todos son militares.”
‘’Para comprender bien París hay que beberse una botella de champagne”.
“Inglaterra es grande, es fuerte, es rica, es temible, sabe leer y escribir de corrido y está muy vestida; pero le falta el alma. La España pobre, sucia y analfabeta, puede llamarle bárbara. Es un consuelo melancólico.”
“Un español blasfema contra todo lo existente, porque cada español está en lucha contra todo lo existente. Cada español, como el marqués de Bradomín, ha dividido a España en dos grandes bandos: uno, él, y el otro, todos los demás.”
Para terminar solo me queda decirles que la lectura de las crónicas de Julio Camba les hará disfrutar tanto con el continente como con el contenido de su prosa.
Cuídense mucho.