Cuenta atrás para Ucrania- (Enrique Barrera Beitia)

Enrique Barrera Beitia
Elvira Nabiúllina, la muy eficiente presidenta del Banco Central de Rusia y cuya palabra es ley, ha explicado que la economía tiene que enfriarse para el próximo ejercicio, que es una manera de decir que los recursos destinados a la guerra no se extenderán al año que viene. En consecuencia, Rusia tiene que ganar la guerra en lo que resta de 2025, y está en condiciones de conseguirlo.

Desde mayo está en curso una ofensiva rusa, y dado que ninguna guerra está obligadamente encauzado por doctrinas preconcebidas, no hay despliegue de grandes unidades blindadas pero sí una escalada de bombardeos en la retaguardia ucraniana, y de ataques tácticos en la línea de frente. El objetivo es alcanzar la orilla izquierda del Dniéper, rendir por bloqueo las ciudades de Sloviansk, Kramatorsk y Konstantnivka antes del último trimestre del año, y destruir la reserva estratégica ucraniana impidiendo su reconstrucción.

Ucrania aún tiene capacidad para luchar varios meses, y hay que seguir la inesperada visita girada el 3 de junio a Washington por una delegación ucraniana presidida por Andrí Yermak (jefe de la Oficina Presidencial), pero todo apunta a que Donald Trump no les ayudará a “meter un gol en el descuento”.

Ante la percepción de que la guerra entra en su recta final, el alistamiento voluntario se ha disparado en las oficinas rusas con contratos que garantizan ingresos equivalentes a 24.000 euros mensuales en operaciones activas “hasta fin de año”.

El ejército ucraniano mantiene una respetable cifra de 800.000 combatientes, pero promedia al mes 50.000 bajas (no muertos) y 13.000 deserciones, mientras que el reclutamiento apenas llega a 30.000. Enfrente, hay nueve ejércitos rusos de armas combinadas desplegados en el frente del Dombas, una desproporción que no deja margen para la sorpresa.

Sin fronteras naturales y frecuentemente invadida, Rusia no logró brillantes victorias militares ni en la invasión napoleónica ni en la Segunda Guerra Mundial, pero terminó ganando por agotamiento de sus enemigos. Su diplomacia siempre ha sido muy adaptativa y aunque prefieren tener aliados a carecer de ellos, no aspiran a que sean fiables al 100% porque valoran como impropia esta exigencia. Su lógica es contraria a la tendencia occidental de pactar entre estados.

La triste realidad es que Joe Biden, Enmanuele Macron y Boris Johnson convencieron a Zelensky para que rechazara en marzo de 2022 un ventajoso acuerdo de paz. La secuencia cronológica ofrecida al mandatario ucraniano resulta fácil de trazar siguiendo el curso de los acontecimientos posteriores. En junio se iniciaría la ofensiva hacia Melitopol y Crimea derrotando a las tropas rusas, que según la inteligencia militar carecían de moral de combate y equipamiento adecuado, de manera que los mandos rusos ordenarían un repliegue a la frontera; no tengo claro si la marcha del Grupo Wagner hacia Moscú encaja en esta previsión. Putin sería obligado a exiliarse, y ante el vacío de poder los oligarcas negociarían con la Duma el nombre del nuevo presidente de la federación rusa, que debía ser contrario a China y favorable a Occidente. A cambio, recuperarían sus activos occidentales confiscados.

Ya sabemos como terminaron estas previsiones pese a que a los combatientes ucranianos no les ha faltado valor. Diana Panchenko, elegida periodista del año y séptima mujer más influyente en Ucrania en 2020 y 2021 respectivamente, afirma que la sociedad ucraniana ha sufrido mucho, está muy cansada y desea que la guerra termine incluso aceptando las pérdidas territoriales en el este, entre otras razones porque tiene a sus habitantes por traidores: “Hablan ruso, piensan en ruso y cooperan con las autoridades ocupantes. No los queremos con nosotros”.

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