A orillas del Rin. Los patos no tienen nacionalidad.-(Pedro Sande García)

Pedro Sande García

Durante estas últimas semanas algunas de mis caminatas diarias han discurrido a orillas del río Rin, tanto por su parte alemana como por territorio francés. Fue el 14 de mayo, recostado en una tumbona mientras contemplaba la quietud de las aguas del río, a su paso por la localidad alemana de Kehl, cuando comencé a idear esta crónica.

He tenido la suerte de que estos largos paseos han estado acompañados por una climatología no propia de este mes ni de estas latitudes, espléndidos días donde el sol y las altas temperaturas vuelven a demostrar que negar el cambio climático sería lo mismo que negar que el ser humano camina sobre dos patas. Lo de las dos patas pese a las innumerables advertencias que anuncian como la involución de la raza humana hará que esta pierda su verticalidad volviendo a andares propios de los homínidos. La bonanza climatológica que estoy disfrutando viene acompañada de un agradable despertar de la primavera, la variedad de colores se extiende sobre la perpetua alfombra verde que cubre estas tierras y los sonidos de las aves arropan el runrún de las embarcaciones que navegan por el Rin. Mis conocimientos «sobre pájaros» son muy escasos y me es imposible identificar qué tipos de aves son las que veo y escucho en mis caminatas. Lo que sí puedo percibir es que son sonidos optimistas y llenos de vida, quizás por ser una época en que los polluelos recién nacidos llaman a sus padres para que les traigan alimentos. Los recién salidos del cascarón inician sus primeras incursiones por el río, siempre pegados a sus progenitores, mostrando la excitación que les produce todo lo que les rodea. Las aves que puedo observar las clasifico en tres grupos. Patos, cisnes y cigüeñas. Estas últimas no las veo alrededor del río, será que no les gusta mucho el agua, pero me he detenido a contemplarlas en los parques donde las zancudas refuerzan sus magníficas construcciones a la que vez que llevan comida a sus crías.

Patos, cisnes y cigüeñas las diviso tanto en el lado francés como en el alemán y me da la impresión de que lo de las aduanas no va con ellas. Clara demostración de que es el hombre el que se ha inventado las fronteras, las naciones y las nacionalidades. Sin duda un pésimo invento que ha surgido de la naturaleza humana y que solo ha servido para cometer atrocidades y para generar un lío idiomático que complica aún más nuestra dificultad para entender y comprender a nuestros congéneres. Los patos nacidos en Alemania y los nacidos en Francia hablan el mismo idioma y cuando se miran unos a otros no piensan tú eres un pato francés y tú un pato alemán. Solo tienen nacionalidad cuando el ser humano interviene y se dedica a ponerles denominación de origen. En el tema idiomático los patos son mucho más inteligentes que el ser humano. Lo mismo le pasa a los cisnes y a las cigüeñas, aunque de estos últimos desconozco el sonido que emiten cuando se comunican con sus semejantes. Por cierto, nunca he identificado el sonido que emite un pato con el cuac, cuac que los seres humanos les hemos asignado.
En cualquier caso ese cuac, cuac es el mismo que emite un pato francés y un pato alemán. Se imaginan ustedes que ese cuac, cuac fuese emitido con la ligereza y suavidad del idioma francés o con la rotundidad y complejidad del idioma alemán. Que complicación para los ornitólogos, tendrían que saber multitud de idiomas tanto para hablar con sus colegas de otros países como para entender a los pájaros dependiendo del lado del río en el que estuvieran. Ocurriría lo mismo con el rugido de los leones o el ladrido de los perros, con estos últimos me pasa lo mismo que con los patos, nunca les he oído decir guau, guau. Que complicado sería todo. Se imaginan ir de safari fotográfico,
nunca el cruel safari que practican algunos monarcas, y tener que entender el suajili, setswana, inglés, shona o ndebele con el que los leones de los diferentes países emitirían sus rugidos.

Creo que está en la naturaleza del ser humano el crear diferencias. Fronteras e idiomas son un ejemplo. El famoso y cruel cuento sobre el patito feo es un invento del ser humano que pretende delegar en unos patos la maldad que genera la raza humana hacia los que son diferentes.

En fin, verán que tanto la falta de nacionalidad como la unidad idiomática no son exclusiva de los patos, también afecta al resto de animales tanto de dos como de cuatro patas. Quizás la involución en la que está inmersa la raza humana no sea tan mala como yo creía, es posible que cuando volvamos a caminar sobre cuatro patas dejemos de tener nacionalidad y todos los humanos emitiremos el mismo cuac, cuac y el mismo guau, guau.

Para terminar quisiera transmitirles lo que significan mis últimas palabras, son un ejemplo de lo que tienen en común los magos y los escritores, convierten la imaginación en realidad, realidad que se desvanece cuando la función termina o cuando abandonamos la lectura.

Cuídense mucho.

Lea también

Ocurrencias propias-La Cocina Económica, un orgullo ferrolano-(Carlos J. García)

Carlos J. García Hace ya algunos días leí en la prensa local  las dificultades presupuestarias …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *