Habemus Papam- (Enrique Barrera Beitia)

Enrique Barrera Beitia
El cónclave vaticano eligió Papa a Robert Francis Prevost, que ejercerá como León XIV, y esto bien merece un artículo que continúe el que publiqué en esta sección el pasado 21 de abril. Tuve el atrevimiento de dar una terna de papables (Matteo Zuppi, Peter Turkson y Luis Antonio Tagle) y me equivoqué, pero el perfil ofrece continuidad en un momento en que se está dando una novedosa asimetría entre la valoración de la iglesia como institución y la valoración del Papado.

Vean los datos al respecto de esta encuesta publicada por Electomania tras la muerte del Papa Francisco, que no tienen desperdicio.

La derecha política española puede argumentar con razón, que si bien este tipo de papado mejora la relación con sectores laicos o incluso anticlericales y ateos, no garantiza su conversión a la práctica religiosa, mientras que crea por el contrario desafección entre los practicantes más fieles.

No es ninguna locura pensar que el grupo de treinta cardenales que ha protagonizado una oposición contra el Papa nunca vista por su virulencia (llegaron a decir que era un hereje), carecía de fuerza para imponer un candidato afín, por lo que su objetivo debía ser la elección de un cardenal continuista pero más conciliador, y también de edad avanzada para disponer del tiempo necesario para construir un candidato propio con garantías. Lo primero lo han conseguido, pero no lo segundo, ya que con 69 años el papado de Luis XIV será presumiblemente largo.

Aún es pronto para constatar las predicciones que circulan en los medios sobre un papa que tiene doble nacionalidad (estadounidense y peruana), pero todo apunta a que dará continuidad a los esfuerzos por sanear las finanzas vaticanas y cerrar el tema de los abusos sexuales, consciente de las resistencias internas y los desiguales resultados obtenidos por los dos papas anteriores. Sin embargo, lo más polémico será la continuidad con la defensa de los migrantes y del medio ambiente, de manera que los políticos que antes aplaudían que la iglesia criticase decisiones de gobiernos progresistas, ahora protestarán y dirán que “ el Papa no tiene que meterse en política”.

Guste o no, la realidad es que la iglesia católica no puede permitirse el lujo de no tener opinión sobre estos asuntos. Está el precedente de León XIII que con su encíclica “De Rerum Novarun” entró de lleno en el tema social de la lucha de clases entre empresarios y obreros. Lo hizo tarde y no pudo consolidar un sindicalismo católico independiente, porque el empresariado apostó por los sindicatos amarillos creados y sostenidos por ellos mismos, y si no era posible, por la destrucción violenta del sindicalismo de clase. Que el nuevo Papa se llame León XIV no es ninguna casualidad.
En los aspectos relacionados con la doctrina pondrá orden en aspectos donde, hay que reconocerlo, reina la confusión porque el Papa Francisco abrió demasiados debates en falso, y ha puesto a la iglesia al borde de un cisma. Estamos hablando de permitir la comunión a los divorciados que han vuelto a casarse, de bendecir a parejas homosexuales o de ascender a las diaconisas a la categoría de diaconas, un rango inferior al de sacerdote, que no puede confesar ni consagrar las hostias.

En este abanico de temas, tiene sentido que no haya reformas de fondo, y sí una calculada tolerancia ante estos colectivos. Precisamente en junio de este año, se presentarán las conclusiones del grupo de trabajo sobre el tema de las diaconas, y este será el primer gran debate doctrinario, pero por su complejidad merecerá un artículo aparte.

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