El Armagedón en el valle de Megido- (Enrique Barrera Beitia)

Enrique Barrera Beitia
Cuando escribo estas líneas ha entrado oficialmente en vigor la tregua en el cercano oriente, que no la Paz. En relación a lo que allí está pasando, hay quien sólo lamenta las muertes de un bando y justifica las del otro, postura que se debe al predominio de sesgos ideológicos. El 7 de octubre de 2023 las milicias pro-iranís de Hamás desencadenaban una acción terrorista a gran escala que conmocionó a la sociedad israelí como nunca antes había ocurrido, y lo hizo cuando las monarquías árabes del golfo estaban a punto de reconocer oficialmente al estado de Israel. Si el objetivo de esta salvajada era provocar una réplica desproporcionada, y abortar esta normalización de relaciones, hay que reconocer que lo lograron.

Basta leer la prensa israelí para darse cuenta de que la opinión mayoritaria en este país es que no se han logrado los dos objetivos declarados: liberar a los rehenes y destruir Hamás. Antony Blinken reconoció poco antes de cesar como secretario de Estado, que Hamás se ha reagrupado y ha reclutado a unos 20.000 gazatíes deseosos de vengar la muerte de sus familiares. Atendiendo a lo publicado por sus medios informativos, es obvio que en Israel predomina una mezcla de desilusión e indignación. El editorial de Israel Hayom critica lo que llama concesiones tras la muerte de muchos soldados israelíes, ya que a finales de diciembre pasado la cifra oficial superaba los 900 fallecidos, una cifra extremadamente dolorosa para los estándares “aceptables” de este país. El diario de mayor tirada Yedioth Ahronoth, señaló que el brazo militar da Hamás, las Brigadas Al-Qassam, no han sido desmanteladas: “El acuerdo de alto el fuego y liberación de prisioneros es malo para Tel Aviv, pero no tiene más opción que aceptarlo”, y en el periódico Israel Hayom, una analista de prestigio (Sarah Cohen) escribe que «tras 15 meses de enfrentamientos, Hamás sigue vivo, activo y negociando demandas». Por si hubiera dudas, en Canal 14 de TV, un oficial del Comando Sur expresó indignado que al aceptar la tregua todo lo que se hizo en la guerra ha sido en vano, y a renglón seguido, el general Herzí Haleví presentó su dimisión como jefe del Estado Mayor del Ejército, reconociendo que no había estado a la altura de sus obligaciones.

Para adivinar lo que pasará transcurrido un cierto periodo de tiempo, hay que señalar que por razones que escapan a la intención de este artículo, la izquierda israelí es testimonial desde hace años y recoge en las últimas encuestas sólo 13 escaños de los 120 que integran el parlamento. Los partidos que representan a los israelíes de origen palestino suman otros 10, lo que quiere decir que la defensa de los dos estados (israelí y palestino) tal y como pide la ONU, sólo es apoyada por el 19% de su población en el mejor de los casos, teniendo en cuenta que el sistema electoral israelí es probablemente el más proporcional del planeta. El resto del parlamento se divide en 40 asientos del centro-derecha, 38 de la derecha y 25 de la extrema derecha (ultra-ortodoxos).

Dada la insatisfacción de una gran mayoría, y que la política en el estado hebreo es como andar en bicicleta, que si dejas de pedalear te caes, lo que vendrá a continuación será la anexión del 30% de la Cisjordania ocupada por 450.000 colonos ultra-ortodoxos. Es la única manera que tiene el primer ministro Benjamín Netanyahu, para restaurar la alianza con la extrema derecha. Para “compensar” a una Autoridad Palestina muy desprestigiada por su colaboracionismo, se les ofrecerá la cesión de una parte del territorio de Israel poblado mayoritariamente por palestinos, a los que se les podría quitar la nacionalidad israelí.

Así que no habrá paz sino tregua. Algunos dirán que por lo menos se reconstruirá la devastada franja de Gaza. Ojala sea así, pero el Antiguo Testamento ubica en el valle de Megido (que se encuentra en plena franja de Gazá) el Armagedon, la batalla final en la que los fieles de Adonai, bendito sea su nombre, aniquilarán a los seguidores del Maligno, una profecía que los ultra-ortodoxos se sienten obligados a cumplir.

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