Enrique Barrera Beitia
Al difunto Mikel Robinson le preguntaron si prefería ser inglés o español, y respondió que español. “Pero los ingleses tienen menos defectos y más virtudes que los españoles”, le dijeron, a lo que respondió afirmando que efectivamente, los ingleses tienen más virtudes y menos defectos que los españoles, pero que los defectos de los ingleses eran tan grandes,y las virtudes de los españoles tan grandes, que era preferible ser español.
Algo parecido podemos decir sobre las razones por las que los españoles de izquierda prefieren votar a los socialistas o a opciones “más a la izquierda”.
Los socialistas conforman una fuerza profesionalizada, estable y pragmática. No se escinden y llevan en su ADN ser partido de gobierno, más pendiente de lo que mandan al Boletín Oficial del Estado que lo que ponen en su programa electoral. Salvo la profesionalización del ejército, todas las grandes reformas habidas en España llevan su sello.
A su izquierda, y al margen de las fuerzas propiamente nacionalistas, encontramos a dos formaciones de ámbito estatal (Izquierda Unida y Podemos) y varias más con implantación limitada a territorios concretos (Más Madrid, Compromis…). Afirman con razón que su presencia en el gobierno de coalición ha dado más profundidad a las reformas, pero no terminan con la clave para gestionar sus diferencias.
Ferrol es un reflejo de todo esto. En las últimas elecciones municipales Podemos presentó una lista que sólo obtuvo 500 votos (1.65%). Pregunté a varios conocidos inscritos en esta fuerza política si realmente creían que podían superar la barrera del 5%, y me reconocieron que no. También reconocieron que al presentar una lista testimonial podían restar un concejal a Ferrol en Común y entregar la alcaldía al PP, como finalmente ocurrió, pero no tenían dudas de que hicieron “lo que tenían que hacer”. Como la razón esgrimida no eran diferencias programáticas sino el rechazo a que Jorge Suárez encabezara la candidatura de FeC, tenemos a un colectivo capaz de anteponer sus desavenencias internas al resultado electoral.
Más divididos están mis conocidos en relación a la posibilidad de restaurar puentes con Sumar en unas futuras elecciones generales. Algunos están abiertos a ello, mientras que otros afirman que volver a ir juntos “es imposible porque nos traicionaron”. Son plenamente conscientes de que una división del voto sería una catástrofe tanto para Sumar como para Podemos, pero una parte lo acepta como algo inevitable.
Llegado el caso pueden terminar votando al BNG en Galicia, o a EH Bildu en el País Vasco, pero el problema está en las provincias donde no hay otra alternativa que los socialistas, porque los estudios demoscópicos indican que un millón de votantes de Sumar y Podemos nunca votarían al PSOE.
La primera pista la tendremos en las elecciones autonómicas de Andalucía, que seguramente se celebrarán en 2026. De momento, los diputados de Sumar y Podemos trabajan conjuntamente y no han roto el grupo parlamentario. Puede ser que se presenten nuevamente unidos, e incluso que incorporen a otras fuerzas regionalistas de izquierda agrupadas en Adelante Andalucía, pero también puede ocurrir que tengamos tres candidaturas a la izquierda de los socialistas. El cálculo que he hecho indica que si en las pasadas elecciones andaluzas, hubieran concurrido juntas, habrían pasado de siete a 13 diputados. El sentido común dice lo que conviene hacer, pero…