J.Ángel Sande C. Almirante (r)
Sancho-bueno, Sancho-arcilla, Sancho-pueblo,
tu lealtad se supone,
tu aguante parece fácil,
tu valor tan obligado como en la Mancha lo eterno. Gabriel Celaya
Sancho-Pueblo… cuya transformación de súbdito a ciudadano, iniciada en el Occidente Euroasiático del XVI, parece haber culminado en la sociedad abierta de hoy, pluralista y tolerante, con sistemas políticos y gobiernos transparentes y flexibles (democracias liberales) que, respondiendo a los deseos e inquietudes de la ciudadanía, Sancho-Pueblo,
le sirven.
Ciudadanía… cuyos individuos, libres e iguales ante la Ley, imbuidos de respeto a sí
mismos (que a crecer en conocimiento y humanidad impulsa) y al prójimo, de lealtad a sus
principios, ejercen su libertad de pensamiento y crítica, esperando que Estado/Gobierno le sirvan.
Mas no son pocos los obstáculos que esa Sociedad Abierta en su desarrollo, desde bien temprano y aún hoy, se ha encontrado, como pensadores diversos apuntan.
Desde Spencer (El individuo contra el Estado) quien ya en 1884 advertía:
A menos que se adopten las debidas precauciones, el incremento de la libertad en teoría sería seguido por un decrecimiento de la libertad en los hechos.
La tendencia de la legislación desde entonces (1860) ha sido…
– Reglamentaciones en número anualmente creciente…
– Pesadas cargas públicas sobre el ciudadano que, disminuyendo la parte de su salario que puede emplear como estime, se le recauda para que dispongan de ella los funcionarios.
Pasando por Laclau y Mouffe quienes (Hegemonía y estrategia del socialismo.) en 1985 buscando una alianza entre democracia y autoritarismo, (¿hablamos de la autocracia?) abogan por el control de la cultura apartando y debilitando a la familia, por nuevas “clases” con sus correspondientes nuevos derechos, por nuevos retos (¿ecología? ¿”cambio” climático?…) y conflictos, crecientes aparato del Estado e impuestos, y por nuevos métodos que al individuo limitan… métodos según los cuales el éxito pasa por la inoculación del relato interesado, y no tanto por su veracidad.
Hasta Ziblat, quien (Como mueren las democracias) en 2018, tras el acceso de Trump en 2016 a la presidencia de los EE.UU., haciendo una semblanza del pasado en ese Occidente, expone como fundamentales la tolerancia mutua (los adversarios tienen el mismo derecho a existir, competir y gobernar) y la contención institucional (abstenerse de realizar acciones que, si bien respetan la ley escrita, vulneran a todas luces su espíritu), como imprescindibles para que esa sociedad abierta permanezca y culmine… señalando (amen de algunas a evitar, como llenar de afines el Tribunal Supremo, gobernar mediante decretos, etc.), el camino que a la Enmienda 22 de la Constitución EE.UU., la que limita a dos los mandatos presidenciales, llevó.
En todos ellos el vaho y afán de autocrático Poder, de la burocratización y crecimiento del Estado (cuya primera medida ante cualquier problema siempre es una nueva restricción y un incremento de burocracia e impuestos)… Poder y Estado que, lejos de servirle y con la autocracia como objetivo, diríase que de él, de Sancho-Pueblo, se sirven.
Hoy como ayer, con alarde
los señoritos Quijano (Políticos) siguen viviendo del cuento,
y tú, Sancho, los toleras y hasta les sigues el sueño
por instinto, por respeto, porque creer siempre es bueno. G. Celaya
Fe, creer… fe que al votante lleva a confiar en que lo prometido en la campaña electoral, lo que se hará y lo que no se hará, se verá cumplido; votante al que cuando ni lo uno ni lo otro se cumplen, en este Occidente y con el eco de la descalificación e insulto mutuo constantes en el Parlamento, a la lealtad al partido se conmina.
Lealtad que, al omitir su esencia, la lealtad con uno mismo, a la ausencia de análisis y crítica interna conduce; lealtad mutilada que al ombliguismo lleva y a la sumisión aboca.
Ante ello… ¿Dónde, quienes en esa sociedad abierta, en la democracia liberal que propicia el crecimiento y autorrespeto del individuo, creemos, dónde poner nuestra esperanza? Lo apunta G. Celaya:
Sancho-claro, Sancho-recio, Sancho-vulgo, Sancho-ibero…
En ti pongo mi esperanza,
porque no fueron los hombres que se nombran los que hicieron
más allá de toda historia – polvo y paja – nuestra Patria,
sino tú como si nada. … … Tu eres quien es ¡Adelante!