Pedro Sande García
Mi total, sincero y profundo, apoyo a todas las mujeres que son maltratadas, violentadas, mutiladas y asesinadas por esa lacra que es la violencia de género que solo los fanáticos, radicales y negacionistas son incapaces de ver y de reconocer.
Estaba a punto de terminar mi último artículo cuando he tenido que realizar un alto en el camino, una parada desagradable, pero me ha debido ocurrir algo similar a lo que le sucede a los ciclistas con las denominadas pájaras. En mi caso esta pausa no ha sido debida a la falta de líquidos o por alguna pájara física, ha sido debido al horror y el
espanto que me ha producido la noticia del comportamiento de Iñigo Errejón.
Los que en los últimos años han leído mis artículos saben que tengo descartado los temas relativos a la política y el fútbol, en ambos casos son asuntos que no me producen ninguna satisfacción que es el objetivo principal por el que dedico parte de mi tiempo a construir estas crónicas. Esta historia, sobre la que he decidido plasmar algunas palabras, tampoco me produce ninguna satisfacción pero de no haberlo hecho hubiera estado sintiendo arrepentimiento por haberme quedado callado.
No voy a repetir aquí los hechos que han ocurrido, me imagino que estarán ustedes saturados de información, ni tampoco voy a entrar en juicios políticos que para eso ya tenemos a la canallesca clase política que nos representa y que nosotros de forma libre hemos elegido ¿Han escuchado en algún momento a alguno de estos individuos dirigir
sus primeras palabras a apoyar a las víctimas de tan terrible comportamiento? Se han comportado de forma ruin y canalla, términos que la RAE define como sinónimos de miserable, usando el relato para escupirse a la cara unos a otros sin tener en cuenta el momento de duelo por el que están pasando no solo las víctimas de este cruel y despiadado individuo, sino por todas las mujeres que sufren y han sufrido violencia de género, y de nuevo recalco en voz alta y clara de género.
Pero no solo la clase política se ha comportado de forma inadecuada, adjetivo demasiado sosegado para este caso, lo de los medios de comunicación ha sido y es deplorable. Toda su palabrería se ha centrado en el malvado de la historia, algo válido en el género cinematográfico pero en la vida real y en un caso como este las verdaderas y únicas protagonistas de esta historia son las víctimas, las mujeres ¿Qué ocurre con estas mujeres que han sido agredidas?, ¿alguien ha hablado de lo que va a pasar ahora con ellas?, ¿alguien se ha preocupado de la ayuda que necesitarán para mitigar las cicatrices producidas por las agresiones sufridas?
Repasen ustedes las palabras con las que he empezado este artículo pero creo que es así como deberían empezar todas las crónicas, reportajes, informaciones y comentarios que tratan sobre este asunto. No lo hago por sentirme por encima de nadie, lo hago porque creo que en los momentos de duelo lo primero son las palabras de ánimo para los que sufren.
Miren ustedes, a mí no me llega que sobre el malo de esta historia caiga todo la fortaleza de la ley, creo que toda la sociedad y todos nosotros tenemos parte de responsabilidad. Debemos ser nosotros como individuos y como sociedad los que aislemos a estos maltratadores, los que cuando tengamos algún conocimiento de estos hechos los denunciemos y los que cuando sepamos de alguien que tiene estos comportamientos los aislemos de nuestro entorno. Solo así y con la educación desde las escuelas y con leyes que sean implacables con estos comportamientos seremos capaces de eliminar esta lacra de nuestra convivencia diaria. Y por supuesto poniendo a las víctimas como principales protagonistas de estas historias dándoles todo nuestro apoyo individual y como sociedad.
Cuídense mucho.