Bienvenida sea la Pastoral Penitenciaria–( José C. Enríquez Díaz )

José Carlos Enríquez Díaz

Desde la Pastoral Penitenciaria de Mondoñedo Ferrol se nos invita a hacer esta necesaria conversión de la mirada: “Estuve preso y me visitasteis”.

San Pedro Nolasco, inspirado por la Ssma. Virgen, funda la Orden de la Merced (obras de misericordia). Su misión particular era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos miembros de la orden canjearon sus vidas por la de presos y esclavos. San Pedro fue apoyado en tan extraordinaria empresa por el Rey Jaime I de Aragón.  San Pedro Nolasco y sus frailes eran muy devotos de la Virgen María, tomándola como patrona y guía. La Virgen llama a S. Pedro Nolasco en el año 1218 y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación. Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde La Virgen María diciéndole que funde una orden liberadora.

Hasta vísperas de la Revolución Francesa, los mercedarios llamados por la Virgen de la Merced, redimieron unos 70.000 cautivos.  Estos religiosos profesaban un cuarto voto: «quedar en rehenes, si fuere preciso, en lugar de un cautivo, sobre todo si su fe peligraba».

En 1779 la Orden de la Merced realizaba la última redención de cautivos; la esclavitud quedaba oficialmente suprimida. Tras la abolición oficial de la esclavitud en el siglo XVIII, se abre una nueva etapa para la Orden de la Merced, de reflexión y búsqueda de una acción carismática y redentora que sintonice con los orígenes de nuestra Orden.

Ya no existen los cautivos por la fe, ni los esclavos, pero existen nuevas formas de cautividad. Hoy en día existen graves injusticias con los refugiados, exiliados, inmigrantes o prisioneros. Justamente las personas presas son las centran más atención de esta congregación.  La Merced busca la defensa de los derechos de todos aquellos que están faltos de libertad.

Cada 24 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Madre la Virgen de la Merced, patrona de los presos y de todos los que trabajan en prisión. En torno a esta fecha, en los centros penitenciarios se organizan actividades, concursos o festivales que culminan con la celebración de la eucaristía.

Es la Patrona de los cautivos, no solo físicos, sino también cautivos espiritualmente y de todos aquellos que son los más marginados de la sociedad.

Merced, en la Edad Media era sinónimo de misericordia, piedad o compasión, ejercida para con aquellos que se hallan privados de libertad y en peligro de perder su fe cristiana. “La misericordia mercedaria es efectiva y afectiva, no humilla a la persona humana, sino, por el contrario, la redime y libera, la dignifica. De esta misericordia está necesitado el mundo actual”.

Así, pues, la palabra Merced puede aplicarse a Dios, a quien los mercedarios han visto siempre como Padre de Misericordia o de Merced. Esa palabra puede y debe aplicarse también a Jesús, pues Cristo ha sido y sigue siendo Hombre de Merced y Misericordia, Redentor de cautivos. Pero en un sentido más estricto mercedarios y mercedarias han aplicado ese título de Merced a María, la Madre de Jesús: no se llaman «nolasquinos» (de Pedro Nolasco), en la línea de los «dominicos» (de Domingo de Guzmán) o los «franciscanos» (de Francisco de Asís), sino mercedarios, es decir, hermanos y hermanas de la Merced de Santa María, Redentora de Cautivos, a quien toman como su auténtica Fundadora. En esa línea, ellos saben que María es liberadora porque, misteriosamente, unida a Jesús, ella aparece también como la cautiva, la encarcelada, la excluida, la hambrienta…

¡La persona en el centro! Y su rostro, el de Jesús preso, porque “estuve en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt. 25, 31). Descubrir en el preso al  mismo Cristo preso, al mismo Jesús necesitado, al mismo Jesús abandonado en una cárcel».

 En nuestra diócesis de Mondoñedo- Ferrol se nos invita a hacer esta necesaria conversión de la mirada y de la lógica desde la que actuamos. Conocéis que, desde el año pasado, se ha venido estructurando esta delegación en nuestra diócesis. Se trata de que exista un grupo de personas, enviadas por nuestra Iglesia, a este campo privilegiado para la misericordia. Un grupo de personas que, bien formadas, nos ayuden al resto de la Iglesia y de la sociedad a conocer la realidad de la cárcel, así como sus causas y consecuencias. 

En medio de ese mundo oscuro y desconocido, del que todos giramos el rostro para no querer saber nada, trabajan apostólicamente un inmenso batallón de sacerdotes, religiosas y religiosos, además de seglares comprometidos con su redención humana y espiritual. Vale la pena recordar que no es algo nuevo en la Iglesia.

La fiesta de la Merced que celebramos este 24 de septiembre pone de nuevo ante nuestros ojos esta realidad de la cárcel que no podemos soslayar. Bienvenida sea esta Pastoral Penitenciaria que nos ayudará a ser una Iglesia más misericordiosa y caritativa.

Siguen faltando miles y miles de operarios para ir a trabajar a las cárceles, pero en esa realidad, la Iglesia trabaja por generar esperanza y dignidad. Las cárceles y sus presos son una oportunidad para que el cristiano pueda dar lo mejor de sí mismo y vivir esa obra de misericordia de “visitar a los presos”, y de la cual también algún día se nos pedirán cuentas.

Por la esperanza y por la necesidad del perdón, también el Papa Francisco dice algo que es fundamental para los presos: “La historia que inicia hoy, y que mira al futuro, está todavía sin escribir, con la gracia de Dios y con vuestra responsabilidad personal”. Cambiar es posible, porque nadie debe quedar encerrado “en el pasado”.

 

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