La diferencia entre ¿de dónde eres? y ¿dónde naciste?

Pedro Sande García

En la mayoría de las ocasiones estas dos cuestiones son interpretadas como si tuvieran el mismo significado. Fue una soleada mañana del mes de abril, mientras paseaba y contemplaba a mi querida Frouxeira, cuando me di cuenta que desde el inicio de mis tiempos el significado, y por lo tanto la respuesta, para ambas preguntas era
diferente. Por derecho soy ferrolano, Ferrol es donde nací y es de donde me siento, por derecho y por pasión. La misma pasión con la que me siento ferrolano es la que me hace sentir Valdoviñes, lo que ocurre desde un día de San Pedro del siglo pasado, día en el que coinciden mí santo y cumpleaños. Dos lugares en los que me crie y a los que siempre estoy regresando. Si alguien me pregunta ¿dónde nací?, la respuesta será Ferrol o quizás también diría Ferroliño. Si alguien me pregunta ¿de dónde soy?, la respuesta será de Valdoviño y de Ferrol. En el caso del lugar de nacimiento la respuesta se puede certificar en el registro civil, en el caso del lugar de donde soy espero que la respuesta no se pueda cotejar ya que eso implicaría poder acceder al lugar más primitivo de mi cerebro, el sistema límbico, lugar donde se originan mis sentimientos y emociones.

Recuerdo como a los niños pequeños se les hacia una pregunta ¿a quién quieres más a papá o a mamá?, desconozco si se seguirá con esa costumbre que ahora de adulto considero una impertinencia. Mi memoria ha borrado la reacción que me producía dicha interpelación, pero lo que si recuerdo es que siempre aparecía la ayuda de algún
adulto que miraba al niño con ojos de compasión y le decía, a los dos igual. Espero que nadie me haga dicha pregunta poniendo como sujetos de comparación a Ferrol y Valdoviño, la respuesta no hace falta que nadie me la apunte, yo nunca respondería a una cuestión tan insolente. Solo en esta ocasión diré lo que pienso, estoy de acuerdo con la recomendación del adulto.

Casi el sesenta por ciento del tiempo por el que ha transcurrido mi existencia los he pasado en Madrid, y así seguirá siendo. Nunca podré decir que soy madrileño y esto no es ningún desprecio hacia la ciudad de Madrid, ciudad que me acogió y que aunque no me despierta la pasión de sentirme madrileño si es una ciudad por la que siento una especial fascinación. No solo es el lugar donde nacieron mi mujer y mi hija, es el lugar que me recibió con los brazos abiertos sin que en ningún momento me sintiera un extraño.
Hay algo en Madrid que me fascina por encima de todo, y es la diversidad que la convierte en una ciudad perfecta para disfrutar. Con seguridad una de las ciudades del mundo que más pluralidad nos puede ofrecer. Me encanta su estética, la disparidad de sus barrios, sus magníficos parques, el bullicio de sus calles, su excelente clima, exceptuando los tórridos veranos, su extraordinario y variado ocio, la calidad de su agua y, sobre todo, el poder encontrarme cuando camino por el parque del Retiro a un paseante con chanclas al lado de uno con abrigo de piel y que esa diversidad sea aceptada como algo natural.

Como colofón a mis breves palabras sobre el de donde soy y el de donde nací, solo me queda por decir la enorme suerte que tengo de poder disfrutar, sea por pasión o por fascinación, de tres lugares por los que mi vida ha transcurrido y lo seguirá haciendo. Valdoviño, Ferrol y Madrid.

Cuídense mucho.

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