Gabriel Elorriaga F.-Ex diputado y ex senador
El Gobierno de Pedro Sánchez es como un globo aerostático que pierde gas, aunque su titular se empeñe en convencernos de lo contrario. Según desciende peligrosamente, como en los viajes de aventuras, arroja lastre desesperadamente. Cuando ya no queda casi nada que tirar por la borda tira lo que encuentra a mano, aunque sean objetos esenciales: instrumentos de orientación, reservas alimenticias, prendas de abrigo, piezas de repuesto y, al final, si fuese preciso, alguno de los compañeros de viaje, con tal de seguir sobrevolando, cada vez más bajo, pero con Sánchez dentro del cesto, hasta que en algún momento llegue el batacazo final. Es lo que esperan sus actuales socios de investidura y especialmente los ávidos separatistas que van recogiendo los residuos para justificarse ante su clientela, a la espera de que el globo completamente desinflado, tome rumbo catastrófico.
El descenso se irá prolongando continuamente aunque algún remolino del viento permita engañar a unos o a otros sobre la marcha del proceso. Lo de conceder amnistías a cambio de votos ya es gesto pasado de negociaciones infames aunque no cumplidas. En las últimas votaciones parlamentarias la negociación ha sido sustituida por el puro chantaje telefónico: o delegas la emigración o tropiezas con el suelo si yo voto en contra y te dejo caer por tu propio peso. Hay que salvar la legislatura desinflando gradualmente el globo del Gobierno que aún flota por casualidad. Hay que humillarlo a la vista de todos. La impresión de debilidad del Gobierno es lo que hace subir la dividida moral de los independentistas y endulza la amargura de Puigdemont como jefe del hampa poderoso pero sin galones en su garito belga.
“Es muy difícil gobernar así”, dice Yolanda Díaz refiriéndose a sus antiguas coaligadas. Pero aún es más difícil gobernar con quienes nunca fueron otra cosa que rompepelotas de la nacionalidad común. Sin disimulos. Esos son quienes esperan la caída del globo y no para apalear una piñata de fin de año sino para desautorizar a quien presume de gobernar a todos los españoles por igual y los ha sometido a la inseguridad jurídica y el desvarío nacionalista. Suprimiendo artículos de la Ley de Enjuiciamiento Civil, presionando la libertad de domicilio de las empresas, asumiendo costes de transporte en algunas regiones y manteniendo desamparadas a otras, pero consiguiendo la apariencia de ganar perdiendo cada día. ¿Hasta dónde llegará la paciencia de una España contemplativa viendo caer el globo? Porque lo cierto es que no existe el muro contra la derecha que dice construir para dividir en dos a España. No hay muro sino un vacío institucional cada vez más acusado. Un globo que se desinfla a la vista de todos y para todos y al que, un día de mañana, tendrán que regasificar todos o “todas”.