Arantxa Serantes, licenciada en Humanidades presentó su libro, en la sala Curuxeiras, del Puerto de Ferrol, con brillantez y una con gran dominio del tema y de las palabras «Rosalía de Castro y María Zambrano: la razón poética», dirigido por el catedrático Marcelino Agís.
En este acto la acompañó la joven escritora Clara Ventura, que también presentó su libro, sinopsis de «La libreta de Charlie». Charlie es una chica de 17 años, le encanta escribir y compartir sus historias con las personas, pero esto último es interrumpido debido a sus bloqueos de escritora. Escribe a diario en una libreta donde cuenta toda su vida, esta se la regaló su padre desaparecido. Seis años después de su desaparición encuentra pistas sobre el paradero de su padre y las ganas de obtener respuestas la conducen a adentrarse a ella y a sus amigos a querer buscarlo.
La tesis doctoral de Arantxa pretende ser una aplicación práctica de la razón poética, un tema en el que está basado el método de María Zambrano. Su libro gira en torno a una poeta, Rosalía de Castro, y una pensadora, María Zambrano, que han nacido y vivido en tiempos diferentes, pero han creado obras en lenguajes y géneros semejantes.
La obra de Rosalía no es solo un canto a la tierra, sino una defensa de los derechos de la mujer en la vida intelectual. Un ejemplo muy claro es La hija del mar, la primera de las novelas de Rosalía, que presenta una historia de marcado carácter vengativo en la que dos mujeres intentan defender su honor, en Follas novas también hay denuncias de este tipo o en ella Líderes en que expresa expresamente: «Soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino”
José Luis Caramés Lage, profesor Honorífico de la Universidad de Oviedo, afirma en el prólogo del libro ( en la primera edición): “tanto Rosalía de Castro como María Zambrano surgen como dos espíritus exiliados en una búsqueda utópica, metafísica y mística. Su misticismo afecta, y en este ensayo se van deshojando de una manera muy racional y metodológica, a las categorías y formas más espirituales e íntimas de la persona. A través del ensayo nos vamos haciendo a la idea de que se trata de una revelación de dos vidas, nuestras autoras, que buscan con ahínco salir de las sombras para hallar esa luz que ilumine el decir y el hacer de cada persona” “Desde la perspectiva de las dos autoras estudiadas se puede hablar de la unidad de la poesía con la praxis, con la acción en la lucha de los seres humanos por encontrar su destino. María Zambrano se asombra ante lo divino y trascendente, mientras que Rosalía de Castro con la emoción se despierta en ella una contemplación mística por subjetiva y llena de fervor que aúna lo vivido sin temor a contarlo poéticamente. En la poeta gallega lo íntimo, la melancolía, la agonía, el paisaje une a la Naturaleza, al ser humano y a Dios, sin que en realidad el cuarto ángulo del cuadrado, esto es la sociedad, no importe tanto”, añade
El tema metafísico tiene una importante presencia en la obra de Rosalía de Castro. Dios, la religión, el amor, la muerte, el alma, la eternidad, son asuntos constantemente tratados en sus temblorosas rimas y en las narraciones en prosa. Para Basilio Losada, catedrático de Literatura Gallega y Portuguesa, “hay una evidente riqueza teológica y poética en la obra de Rosalía. Poesía religiosa que no quiere decir precisamente poesía hagiográfica o pía. Poesía asentada en una búsqueda angustiada de Dios, a partir de la conciencia de soledad y de la capacidad de la autora para asumir el dolor ajeno, el dolor de los inocentes. La protesta ante el silencio de Dios y la constante tentación del suicidio dan una nota característica a la lírica religiosa de Rosalía”.
No está demás reproducir el siempre acertado criterio de María Zambrano, cuando en su ensayo La Cuba secreta, dice: “Bastarían la poesía de Lezama y la de Gastón Baquero para que se probara esto: que la suntuosa riqueza de la vida, los delirios de la substancia están primero que el vacío; que en el principio no fue la nada. Y antes que la angustia, la inocencia, cuyas palabras escritas y borradas en la arena permanecen sin letra, libres para quien sepa algo del Misterio…”. Algo del Misterio y mucho de Dios y de inocencia.
No sé si Zambrano se consideraba o no cristiana. A veces habla con tanto respeto que uno tiende a pensar que sí. Pero, en este caso, su cristianismo quedaría demasiado inmerso en aquel pobre catolicismo hispano de los años cuarenta.
Al ateísmo satisfecho, Zambrano parece decirle estas dos cosas: negar a Dios no significa que no exista; solo significa un cambio de nuestra relación con Él. Por tanto, lo que el hombre, moderno proclama es simplemente que de Dios ha perdido la idea, o que la rechaza.
Nietzsche afirmando que, «muerto Dios, o logramos construir el superhombre o nos convertiremos en los últimos hombres. Porque: que el hombre sienta perder su ser, y convertirse lentamente en imagen de nada, en eco sin voz, en espejo de una oquedad no es precisamente una buena noticia».
Me permito llamar la atención sobre la hondura de las tres caracterizaciones: imagen… de nada, eco… sin voz, espejo… de un vacío. “El sueño de una sombra” había escrito Píndaro en su Pitias. “Una pasión inútil” confirmó Sartre 25 siglos después.
Por eso, concluye Zambrano: “Dios ha muerto” es la frase en que Nietzsche enuncia y profetiza la tragedia de nuestra época. Para sentirlo así es preciso creer en él y aún más, amarlo. Pues solo el amor descubre la muerte… Un grito nacido, como todos, de las entrañas; pero éste nacido de las entrañas de la verdad última de la condición humana». Y profiere su grito (Dios ha muerto) esperando quizá absorber a Dios dentro de sí… Desesperación de seguir soportando la inaccesibilidad de lo divino…
Afirmaba, Alfonso Comín, al regreso de una reunión en Italia de los “cristianos por el socialismo” en la década de los setenta, que un militante comunista del Este (quizá Checoslovaquia o Hungría) le había dicho: “yo no creo en Dios pero le amo mucho”. No se trata de una banalidad, dicha quizás como mera “captatio benevolentiae”. Es más bien una afirmación de la verdadera situación del ser humano ante Lo Divino: no es un tema que se pueda abordar desde una afirmación o negación (o duda) de su existencia sino que, antes de eso, reclama del hombre una clara toma de postura sobre su acogida o rechazo, aceptación o negación de eso que luego llamaremos Dios.