Depende

Gabriel Elorriaga F.-(Ex diputado y ex senador)

  Después de la evidente transferencia de poder territorial de la izquierda al Partido Popular solo le ha quedado como argumento a  Pedro Sánchez la pregunta ¿Será Feijóo capaz de gobernar con el maldito VOX? Pregunta hipócrita de quien está dispuesto a pactar con Satanás si este le ofreciera votos parlamentarios suficientes para seguir en la Moncloa. Esta cínica pregunta solo tiene una respuesta propia de un gallego: depende. A algunos les parecerá que esta respuesta es un tópico como aquél del gallego que se cruza en la escalera y no se sabe si sube o si baja. O si es una salida eclética, posibilista o pragmática. Pero es la respuesta más sincera que se podría dar en estos días con una campaña por delante. Depende.

Los resultados de las Elecciones Generales se presienten muy favorables al centro-derecha, sólo o acompañado de afines como VOX y algunos partidos regionales, frente al intento de Sánchez de continuar con la suma llamada Frankenstein, bien conocida de todos los españoles. El objetivo deseable es que se formen unas mayorías más cercanas al bipartidismo, con el voto concentrado en los dos únicos partidos con capacidad de Gobierno, partiendo de la evidencia de que el Partido Socialista en su versión sanchista está deformado y degenerado hasta un grado que solo le permite soñar con que “Sumar”, la ficción de Yolanda Díaz pueda agregar los dispersas agrupaciones de comunistas, extremistas y golpistas anticonstitucionales. Pero una investidura leal a la unidad constitucional de España y a los principios democráticos predominantes en Europa solo puede lograrse con el protagonismo creciente del Partido Popular. El Gobierno ideal siempre será, en hipótesis, un ejecutivo homogéneo, sin servidumbres ni compromisos más que con los electores. Pero la experiencia demuestra que este ideal depende de unos resultados aún no contabilizados. En el actual paisaje español se han producido mayorías absolutas que permitieron gobiernos homogéneos, como en Madrid o Andalucía, y otras que necesitaron acuerdos como Valencia o Castilla y León, pero todas bajo la presidencia mayoritaria del Partido Popular. Hay que esperar a contabilizar los resultados en escaños de unas Elecciones Generales que normalmente movilizan un número mayor de electores.

Se pueden imaginar unos resultados óptimos que permitan investir a Alberto Núñez Feijóo sin negociaciones, también otros escenarios propios de un bipartidismo imperfecto típico de nuestras costumbres. Dentro de este bipartidismo imperfecto pueden darse las circunstancias en las que baste la simple abstención de VOX, sin otra motivación que su deseo de desarmar el aparato de la coalición izquierdista. También se puede dar la circunstancia de que se necesite la suma positiva de los diputados de VOX para completar una investidura en una proporción que pueda negociarse a cambio de preminencias parlamentarias e institucionales sin implicación en el seno del Gobierno. Pero en el caso improbable, según los indicios, de un crecimiento muy notable de VOX que haga prácticamente imperativo compartir con esta formación una solución de Gobierno con contenidos concretos y recursos humanos proporcionados a su importancia y asumibles doctrinalmente, habría que estar a las consecuencias de una aritmética electoral y no de un plan premeditado. Pero, en todo caso, mandarán los resultados reflejados en escaños. Todos los escenarios deben ser estudiados como posibles, aunque unos sean más deseados que otros, según la mentalidad de cada uno. Pero estar a lo que resulte de los escrutinios no es un tópico gallego ni una postura cínica. Es la más limpia y auténtica expectativa democrática exponer que el perfil de un futuro Gobierno dependerá de lo que voten los españoles y no de un dogmatismo o una exclusión caprichosa.

¿Cuál de estas circunstancias serán las derivadas de las próximas Elecciones Generales de julio? Hoy son una previsión imprecisa aunque el crecimiento detectado a cada paso del Partido Popular hace pensar que podrá actuar con gran autonomía. Es el pueblo español el que tiene que aclarar con sus votos lo que prefiere. El argumento del miedo a los extremismos de VOX está propagado por el vocerío de una izquierda en descomposición histérica y todos los ciudadanos han oído como los niños eso de que viene el coco, propagado repetidamente por todos los dispuestos a pactar con quien se tercie. Las posibles coincidencias de los electores del PP con VOX son producto de que esta disidencia es un producto cercano, por supuesto mucho más cercano al PP que lo que fueron los elementos introducidos en el pintoresco gobierno de Sánchez por parte de “Podemos”. Nadie pretende imponer “a priori” un formato inflexible de Gobierno sin haber contabilizado los votos. No hay un plato precocinado en la cocina de Feijóo y Abascal. Si habrá plato precocinado si se reagrupase Frankenstein bajo la tutela de Yolanda Díaz que no se puede olvidar que sigue siendo una vicepresidenta en funciones del Gobierno de Sánchez. La fórmula final que resulte dependerá de si Feijóo se encuentra con el número de diputados suficiente para hacer un Gobierno a su manera, cosa que es muy posible, o si tendrá que hacerlo contando con VOX. Lo que no harán en ningún caso, ni el PP ni VOX, es prolongar el sanchismo por dificultades en el reparto de prebendas o influencias entre ambas desiguales formaciones. España no se lo perdonaría nunca. Lo que hagan o dejen de hacer PP y VOX depende de ustedes, los españoles, no de las garrulerías de una izquierda menguante.
 

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