El ayuno, hoy más que nunca…

José Carlos Enríquez Díaz

En la antigüedad cristiana se daba a los pobres el producto del ayuno. Ayunar nos ayuda a dar sentido a la solidaridad. Cuando damos aquello que de lo que nos privamos voluntariamente, entonces convertimos el gesto de dar, en un acontecimiento de desprendimiento personal, en un acto de generosidad.

Desde antiguo, la Biblia llama la atención sobre el poder que tiene el ayuno en los procesos de conversión de las personas (Mt 6, 1-8; 12,6). Pero los instintos nos invitan al placer descontrolado de los bienes materiales. El ayuno es inseparable de la solidaridad con el prójimo.

Juan Pablo II insistía mucho en la necesidad del ayuno en la sociedad de consumo en la cual vivimos. Restringir el consumo es un acto revolucionario hoy en día. Es proclamar que el ser está primero que el tener; proclamar que nuestra felicidad no es cuestión de cantidad, sino de calidad. El refrán “no es más rico quien más tiene sino el que menos necesita” quiere enseñar que la felicidad no se consigue con una ambición desmesurada, pero la realidad es que la mayoría de las veces vivimos engañados deseando poseer cosas que no nos ayudarán a vivir mejor. En nuestra sociedad, las necesidades artificiales están a la orden del día. ¿Somos más libres o esta actitud nos hace más esclavos?

Es esclavo el hombre que está atado por su propia libertad cuando no sabe para qué le sirve. Porque la libertad no es un valor en sí, sino un valor en el que debe construirse la propia persona. Decía Goethe: “nadie  es más esclavo que quien se considera libre sin serlo”. Y no hay servidumbre más vergonzosa que la voluntaria.

Hoy en día es esclavo el que es siervo de sus propios miedos o de sus propios vicios. El que para vestirse tan solo piensa en lo que está de moda; el que tiene que comprar las cortinas, los muebles o  los aparatos que están de moda; el que  se muere de vergüenza  si no tiene un coche “digno de su categoría”; el que lucha tanto por dar una buena vida a su mujer y a sus hijos y no tiene tiempo de darles su compañía; también es esclavo el que lo es de su mujer, o la mujer que lo es de un hombre; lo son los que confunden el matrimonio o la pareja con una forma de sometimiento al prójimo.

Los valores de nuestro mundo actual nos han ido colonizando y los hemos ido asumiendo, hasta el punto de considerarlos propios y hegemónicos de la humanidad. El resultado de todo esto ha sido una generación de ciudadanos acríticos, poco reflexivos, dóciles consumidores, competitivos y trabajadores tecnócratas.

Una frugalidad, concebida como experiencia interiorizada, se convierte “de hecho” en un requisito para la vida espiritual. Así lo explicaba Ted Trainer, académico australiano, activista defensor del Decrecimiento, la vida sencilla y los estilos de vida en equilibrio con la biosfera. “Vivir con un grado considerable de frugalidad, autosuficiencia , es necesario si queremos tener algunas de las experiencias más importantes que contribuyan a la calidad de vida”

Elena de White (Gorham, 26 de noviembre de 1827), al pensar sobre el consumismo, mucho antes de que esa palabra tuviera la connotación que conocemos hoy, ella escribió:“Hay que cortar todo gasto innecesario. Que los ayudantes comprendan que el consumo no debe exceder la producción.  La economía es una ciencia muy valiosa. Muchos malgastan demasiado al no guardar los residuos. En muchas familias se malgasta lo que podría sostener a una pequeña familia” (El ministerio médico, p. 230).

Es la era del Culto a las Marcas, título de un libro fundamental, escrito por Douglas Atkins.

En términos similares también se expresaba Ignacio Ellacuría: “ Esta pobreza es la que realmente abre espacio al espíritu, que ya no se sentirá ahogado por el ansia de tener más que el otro, por el ansia concupiscente de tener toda clase de superficialidades, cuando a la mayor parte de la humanidad le falta lo más necesario”

Toda la doctrina social de la Iglesia se encamina a crear una economía social al servicio de las personas y del bien común, entendiendo esto último en la línea que describe Laudato sí “En las condiciones actuales del mundo, donde hay tantas personas descartables y privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente en una llamada a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres”   (LS 158)

San Ignacio hablaba de quitar las afecciones, los “apegos”. San Agustín se refiere al ego encorvado y autorreferenciado que es necesario superar para abrirnos a una comunión mayor con los demás.

En palabras del papa Francisco: “el principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de cualquier otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en este cálculo la perdida que implica asertificar un territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contaminación” (LS 195).

Como señala el filósofo Michael Sandel: “Hemos pasado de tener una economía de mercado a una sociedad de mercado.”

El ideal de felicidad que podemos encontrar en los Evangelios también puede ayudarnos a darnos cuenta de los límites en una cultura del crecimiento ilimitado.

El consumismo afecta a uno de los principios más nobles del cristianismo, que es la compasión. Las personas que se dedican de modo ciego a un comportamiento consumista tienen dificultades para actuar de modo solidario y para ayudar a las personas que están en necesidad.

Existe un papel que los dirigentes de la Iglesia deberían destacar en la actualidad: la necesidad de reflexionar sobre el consumismo y cómo puede perjudicar al seguidor de Cristo en particular, y a la Iglesia en forma general. ¿Hasta dónde afecta el consumismo a los valores cristianos como la misericordia, la compasión y la fe? ¿De qué forma el consumismo se expresa actualmente en las iglesias? 

 

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Un comentario

  1. Gracias por el artículo José Carlos. Nos viene muy bien dar un giro hacia un estilo de vida más sencillo para volver a sentirnos vivos