El 1 de mayo de 1981 empezó en la base militar de Torrejón de Ardoz una epidemia de «neumonía atípica«. Fueron hospitalizados 131 militares españoles, mientras que el personal estadounidense infectado se evacuó por vía aérea. Después se extendió de manera atípica por diversas zonas del territorio nacional, y afectó a 30.000 personas, provocó 1.200 muertos y dejó gravemente discapacitados a varias miles de personas. Oficialmente los culpables fueron un grupo de empresarios que vendieron aceite de colza para uso industrial, reciclado ilegal y defectuosamente. El estado pagó miles de millones de euros de indemnización.
Sin embargo, muchos médicos y científicos consideran que la verdad es otra. Resumimos las seis claves de esta sospechosa enfermedad, que podemos encontrar en diversos libros y páginas de internet:
1. El CESID investigó la epidemia y llegó a la conclusión de que no había relación entre la enfermedad y el aceite de colza adulterado. Sin embargo, su informe no fue usado en el juicio.
2. La OMS (Organización Mundial de la Salud) no pudo reproducir la enfermedad a partir de las muestras del aceite de colza requisadas; en realidad, ningún grupo de investigación pudo hacerlo. La oficina europea de este organismo comunicó oficialmente que no había pruebas que relacionasen el aceite adulterado de colza con la enfermedad. Estos informes, tampoco fueron usados en el juicio.
3. Sorprendentemente, la investigación epidemiológica oficial se hizo en el Center for Disease Control (CDC) de Atlanta, una instalación ligada al Pentágono. El prestigioso doctor Edwin M Kilbourne, elaboró un informe que nunca fue entregado a las autoridades españolas, aunque se lo han requerido en varias ocasiones.
4. La mitad de los afectados no consumieron aceite de colza, y en Cataluña se distribuyeron 350.000 litros de este aceite, sin que nadie enfermara. Entre los enfermos que consumieron aceite de colza adulterado, en la mitad de los casos sólo un miembro de la familia cayó enfermo, y en el restante 25 %, dos miembros.
5. Varias análisis llegaron a la conclusión de que los síntomas que sufrían los afectados, debían atribuirse a una intoxicación por el tabún, el sarín y el thoman, tres organofosforados desarrollados por el doctor Gerhard Schrader y su equipo de la multinacional alemana Bayer.
6. Basándose en estos nuevos datos, se desarrolló una linea más fiable de investigación. Se descubrió que los afectados tenían en común haber consumido tomates procedentes de Agrupamar. El doctor Antonio Muro y Fernández Cavada, responsable de este grupo, notificó el 13 de mayo de 1981 a la Dirección General de Sanidad, donde se producirían los nuevos casos de contagio, especificando las poblaciones, las calles y las fechas de contagio; acertó plenamente. Sin embargo, esta cooperativa de Roquetas del Mar se liquidó de inmediato, y el juzgado ordenó interrumpir las pesquisas, aunque había seis trabajadores que podían dar información sobre los plaguicidas que utilizaron.
La sospechosa manera en que se desarrolló la investigación, una evidente indefensión de los acusados por no poder aportar supuestas pruebas exculpatorias, y la negativa de las autoridades estadounidense a entregar el informe del doctor Edwin M Kilbourne, permiten suponer que lo que realmente se pretendía era salvaguardar al sector hortofrutícola en la negociación que se pensaba iniciar para entrar en la UE, el que más se ha beneficiado de la entrada de España en la UE.
http://culturacientifica.com/2015/05/17/conspiranoia/
¿Por qué creemos en conspiraciones?
es más fácil: aceite refrigerante de calderas de fundición alemanas que sufrieron un proceso de naturalización, o sea: AÑADIRLE TIERRA, filtrarlo y darle un color parecido al habitual de cocinar. Quizás lo único natural e inocuo fuese la tierra añadida, pero pudieron darselo a sus padres e hijos.