Aroa Fandiño Serrano
Esta semana han llegado «nuestros/as» erasmus. Y, junto a ellos/as, creamos Europa. No son sólo estos estudiantes los que conocerán nuestra ciudad, nuestra cultura; no sólo son ellos los que descubrirán que los tópicos sólo son tópicos, sino que somos nosotros los que viéndolos a ellos descubriremos sus culturas, sus formas de hacer y algunos tópicos caerán por su propio peso. No sólo se trata de que ellos se «integren» sino de que nosotros también aprendamos de ellos. Eso es Europa.
La educación es una competencia de apoyo, coordinación y complemento (art. 2.5. TFUE y arto. 6 TFUE) de la UE, lo que significa que la capacidad de actuación sobre la misma sigue estando en manos nacionales. Por tanto, la creación de un programa transnacional de este calado es realmente una gran hazaña europea. Con todas las deficiencias que se le puedan, y se pueden, achacar al programa el mero hecho de que exista ya hace «más Europa».
Pueden participar en este programa académico las personas nacionales de un Estado Miembro de la UE, matriculadas en una Universidad y cursando un título oficial de Grado/ Licenciatura/ Diplomatura/ Ingeniería o posgrado en el curso académico en el que se quiere realizar el Erasmus; que hayan superado el número de créditos mínimo exigidos por cada Universidad (normalmente corresponden al primer año de estudios); que no hayan superado el máximo de 12 meses de duración de la estancia Erasmus+ dentro del mismo ciclo formativo (grado, máster y doctorado) y respecto al nivel de idiomas: lo habitual es que se exija un nivel B1, pero, por ejemplo, para recibir la ayuda económica del Ministerio de Educación hay que acreditar al menos un nivel B2 mediante un título oficial.
Este proyecto educativo es tan relevante para la Unión que la llamada mamá Erasmus, Sofia Corradi recibía este año el Premio Europeo Carlos V en Yuste. Ella decía: «como sabemos, el Programa Erasmus fomenta en cada estudiante cualidades tan preciosas como la sabiduría, el crecimiento personal, la madurez, la creatividad en la resolución de problemas y la autonomía en la adopción de decisiones tanto en la vida cotidiana como lo que atañe a decisiones importantes. Estos pequeños pasos tan importantes, tan positivos contribuyen indudablemente a la promoción de una Europa integrada y mejor, así como, a la paz entre los miembros de nuestra familia humana mundial».
Sobre esto, dice Manuel Marín, ex Vicepresidente de la Comisión Europea, que «para las nuevas generaciones, creo que ha sido muy importante porque Europa sólo se puede comprender viviendo en otro país y digo viviendo, estudiando también, estudiar es muy importante, pero vivir en otro país, comprender la cultura de otro país, tener la posibilidad de interacción con otros ciudadanos es fundamental para comprender el fenómeno europeo, es lo que se llama la movilidad. Y en este sentido se ha ofrecido a los estudiantes aniversarios una aportación fundamental, pueden abrir sus mentes, pueden convertirse en ciudadanos cosmopolitas, globales y además tienen la posibilidad de estudiar en otra universidad y lo que es muy importantes esfuerzo académico, sus estudios son automáticamente reconocidos en su país de origen».
Y cabe recordar las palabras que Martin Schulz pronunció en Yuste durante la entrega del premio Carlos V a Sofía Corradi «cuando veo a los hijos de mamá Erasmus, cuando veo a esos jóvenes para quienes Europa no es una idea abstracta sino su vida de todos los días, cuando veo su energía, su creatividad y su entusiasmo no siento miedo alguno por el futuro de Europa».
En definitiva, la construcción europea la construyen, día a día, los/as europeos/as. Ya dijo Umberto Eco que «el Programa Erasmus había creado la primera generación de jóvenes europeos».
Citas:
https://www.youtube.com/watch?v=WrEYQmiu7HU, https://www.youtube.com/watch?v=BYyE2Mn8XT4, https://www.youtube.com/watch?v=lec32aIz2ZQ, http://www.elmundo.es/sociedad/2016/05/09/573064f0e5fdea681f8b45d6.html
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