La explosión del polvorín de Caranza (22 de Junio de 1943)

Enrique Barrera Beitia.

enrique barreraDurante la Segunda Guerra Mundial, la ría de Ferrol fue utilizada por los submarinos alemanes desplegados en el Atlántico. Procurando pasar desapercibidos, repostaban combustible en el petrolero Max Albrecht permanentemente fondeado en el canal de entrada a la ría, efectuaban reparaciones básicas, embarcaban personal de refresco y desembarcaban heridos. Por estos hechos, y por la posibilidad de que los submarinos también utilizasen el polvorín de Caranza, el espionaje británico organizó una primera red de informantes, desarticulada en marzo de 1942 a raíz de la detención de Saturno Arias del Río.

El segundo intento fue más exitoso y viene de la mano de Lorenzo San Miguel Martínez, un leonés que con el nombre falso de Juan Martínez Martinez, organizó una red de espionaje que abarcaba el norte de España. Como tapadera utilizaba una empresa de compra venta de materiales eléctricos financiada con dinero británico, que le permitía viajar libremente sin despertar sospechas. Sus agentes eran antifranquistas a los que conocía personalmente. En agosto de 1942, captó en Ferrol al maestro armero César Quiñones Rodríguez, natural de Grado (Asturias) y adscrito al regimiento de artillería, y a los hermanos Sol y Víctor Verano Bértalo Blanco. En su intento de obtener la máxima información, Lorenzo San Miguel sedujo a Beatriz Vázquez Rial, una falangista que trabajaba como mecanógrafa en las oficinas de la Sección Femenina. Esta mujer vivía en la Plaza de Ferrándiz, actualmente desaparecida, como casi todo el barrio antiguo de Esteiro.

Lorenzo San Miguel Martínez, Beatriz Vázquez Rial y Víctor Verano Bértalo Blanco
Lorenzo San Miguel Martínez, Beatriz Vázquez Rial y Víctor Verano Bértalo Blanco

Entre otros objetivos, la red tenía que proporcionar los planos y detalles técnicos de las instalaciones militares de Ferrol. También se hizo un seguimiento a la fábrica Fenya, instalada en Canido, porque temían que con el asesoramiento de ingenieros alemanes fabricasen material militar para la Kriegsmarine. Para tener unos planos del polvorín de Caranza, viajó desde Bilbao a Ferrol un técnico industrial y delineante llamado Ángel Monge Antón. Esta persona se entrevistó con el pañolero del polvorín, José Luís Díaz Rodríguez, y con dos obreros ligados a la guerrilla que trabajaban en las obras de remodelación de estas instalaciones, Juan Fernández Rodríguez y Ángel Sánchez Villa, quienes le dieron los detalles que necesitaba.

El 24 de marzo de 1943, Winston Churchill envió una nota cifrada a la embajada de Madrid, indicando que “por supuesto, la neutralidad de España sigue siendo muy importante para nosotros y no debemos ponerla en riesgo, pero con la nueva situación, ya no tenemos por que aguantar tanto». Es decir, se daba vía libre para proporcionar a la guerrilla antifranquista los medios para destruir el polvorín.

Vista actual de la península del Montón de Caranza, donde estaba el polvorín. En realidad, eran diez polvorines comunicados entre sí por túneles subterráneos.
Vista actual de la península del Montón de Caranza, donde estaba el polvorín. En realidad, eran diez polvorines comunicados entre sí por túneles subterráneos.

La persona encargada de ejecutar la arriesgada maniobra era el joven pañolero, José Luís Díaz Rodríguez, de 23 años y natural de Sarria (Lugo). El 21 de junio manipuló las bombas de agua para que no funcionasen y por la noche se metió en la red de túneles que comunicaban entre sí los diferentes polvorines. A las 05.40 empezó el primer incendio. La ejecución fue perfecta: se encadenaron varias explosiones, hasta llegar a la más potente, que tuvo lugar a las 6.00 en el polvorín grande (el número 6), donde actualmente está la piscina del Club de Oficiales del Montón de Caranza, y que almacenaba 250 toneladas de pólvora. No hubo posibilidad de apagar el incendio, pero hubo tiempo suficiente para evacuar las instalaciones. No hubo que lamentar ninguna víctima mortal ni siquiera heridos.

 A la izquierda, la única foto existente que muestra el estado en que quedó el polvorín número 6, donde ahora está la piscina del club de oficiales. A la derecha, dibujo de Siro reflejando el pánico entre los vecinos de Ferrol.

A la izquierda, la única foto existente que muestra el estado en que quedó el polvorín número 6, donde ahora está la piscina del club de oficiales. A la derecha, dibujo de Siro reflejando el pánico entre los vecinos de Ferrol.

El pañolero aprovechó la confusión del momento para escapar y ocultarse. Sin embargo, el enlace que tenía que evacuarle de Ferrol no se presentó y fue localizado por las autoridades. Sobre su muerte hay dos versiones. La oficial, es que murió por accidente limpiando su arma. La oficiosa, proporcionada por un enlace de la guerrilla al que entrevisté hace años, es que hubo un tiroteo y murió («al militar que hizo estallar el polvorín, lo mataron en un tiroteo cuando intentaba escapar por el tejado de la casa en la que estaba refugiado»).

En los archivos del Tercio Norte de Infantería de Marina, comprobé que su ficha estaba cruzada por una raya de lápiz rojo en su ángulo izquierdo, la clave utilizada en el ejército para indicar que se trataba de un individuo de izquierdas. En la citada ficha, no aparece el número del libro donde debe estar su expediente. A su padre no le dejaron ver el cadáver ni le entregaron el informe de la autopsia. Tampoco le permitieron trasladar el cuerpo para que fuese enterrado en su localidad, ni le abonaron la pensión que correspondía a los parientes de los soldados muertos por accidente o por acto de servicio.

Las autoridades no estaban dispuestas a reconocer el éxito táctico a la guerrilla, por lo que anunciaron que la explosión había sido consecuencia de un accidente fortuito, pero todo el mundo sabe que la explosión accidental de un polvorín termina con víctimas mortales. En Ferrol, casi todos los cristales de las casas se rompieron por la honda expansiva, y se vivieron momentos de verdadero pánico porque se creyó que el ejército aliado estaba desembarcando.

El 8 de julio de 1943, el almirante Francisco Moreno envió una significativa circular a todos los mandos para que adoptasen «medidas de prevención contra posibles actos de sabotaje, especialmente en las instalaciones que están siendo objeto de obras».

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Un comentario

  1. Orgullosa de mi querido abuelo materno, Victor Verano Bertalo, siempre en nuestros corazones