Parece ser que han hecho un estudio sobre la Biblia y han comprobado que el demonio no mató a nadie en dicho libro, mientras que Dios mató a 24.809.806 personas. No me pidan que les explique como han llegado a esa cifra. El trabajo tiene 111 citas bíblicas del Antiguo Testamento y si les digo la verdad, no he entrado en todas y en algunos casos, la interpretación se basa en forzar la traducción o en una lectura entre líneas, pero no hay duda de que se trata de un libro con episodios muy sangrientos. Indiscutible el del Faraón que no permitió la salida de los israelitas, y como castigo, Dios encargó al Ángel Exterminador (Éxodo 12:29-30) que matara a todos los niños primogénitos de los egipcios, aunque fue peor el Diluvio Universal (Génesis 7:23). También provocó otros desastres ecológicos y extendió plagas, como la peste, la lepra y una variedad de hemorroides incurables (Samuel 5:1-12), además de hacer que lloviera estiércol (Malaquias 2/3) y desintegrar las dos ciudades más divertidas y tolerantes de esa época (Sodoma y Gomorra).
El Ángel Exterminador mata a los primogénitos egipcios y el Diluvio Universal
¿No hay indicios para considerar que pudo haberse cometido un crimen contra la Humanidad? ¿No estaremos rezando al malo? ¿Tendremos que escribir dios con minúscula? ¿Estoy condenando eternamente mi alma en el fuego del infierno al escribir estas líneas? ¿No deberían los cristianos centrarse en el Nuevo Testamento? Digo esto último, porque lo más grave que recuerdo, aparte de la crucifixión, no pasaría de ser un delito ecológico menor, cuando al ver que una higuera no da frutos, Jesús se enfada y la seca. La otra vez que se enfadó fue con los mercaderes del Templo y se lió a zurriagazos…, con toda la razón, hay que decirlo.
Aparece este artículo en vísperas de la Semana Santa, que en Ferrol son palabras mayores y es de suponer que, como mucho, algún creyente se mosquee y me critique en el apartado de comentarios, pero no se decretará una fatua poniendo precio a mi cabeza y no seré excomulgado, mucho menos con el actual Papa. No obstante, conviene andarse con tiento, porque con la llegada de la Democracia, el delito de blasfemia fue substituido por los delitos de escarnio y ofensa, tratados así en los artículo 524 y 525 de nuestro Código Penal:
Artículo 524. El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas, ejecutare actos de profanación en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de cuatro a diez meses.
Artículo 525. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.
El Real Diccionario de la Lengua define escarnio, como «burla cruel cuya finalidad es humillar o despreciar a alguien». El problema es que a diferencia de delitos como el robo y asesinato, el escarnio presenta perfiles subjetivos que quedan a la libre interpretación del juez. Es verdad que casi todas las denuncias han sido archivadas y que la jurisprudencia dice que no creer en los dogmas de una religión y manifestarlo públicamente, entra dentro de la libertad ideológica y de expresión. También parece establecido que aunque un acto ofenda a los creyentes, si no ha habido voluntad real de ofender, no hay delito. Da la impresión de que paso a paso, la Justicia fija los límites.
Personalmente, creo que nadie debería exigir no ser ofendido en sus creencias, porque la consecuencia sería el fin del debate intelectual y el inmovilismo científico. Desde hace muchos años, en cierto número de escuelas del área anglosajona, no se explica el evolucionismo de Darwin, para no ofender a los creacionistas. La situación empeora, porque he leído un informe donde se señala que muchos profesores universitarios en Estados Unidos se autocensuran para no ofender a determinados colectivos religiosos o étnicos y evitar la acusación de ser «políticamente incorrectos». Como los colectivos a los que se puede ofender aumentan día a día, también lo hace la autocensura. Estamos cercenando una característica fundamental de la especie humana, que nos ha permitido dominar la cadena evolutiva: cuestionarlo todo y buscar explicación a todo.
Claro, es lógico… el principal problema de hoy en día parece ser para el articulista el inmovilismo científico o la falta de debate, omitiendo a sabiendas la cantidad de asesinados por razón de su fe hoy en día. El respeto pasa por muchas cosas, pero no por entrar en ningún templo semidesnuda gritando «en mi coño mando yo» o «arderéis como en el 36″… y lo sabe… independientemente de que mezclar la biblia con el Testamento es de una falta de rigor (intencionado, por supuesto) que clama al cielo; pero no quiero acabar sin preguntar una cosa: ¿Por qué la homofobia si busca ofender y la cristianofobia no? ¿No será que al articulista no lemolesta cuando ofenden las creencias de los demás y cuando ofenden las suyas sí?