Menuda sorpresa se llevó el párroco de Pontedeume José Ramón Cascón Raposo, de 83 años de edad, cuando estaba en su cama, en la casa parroquial, y fue despertado sobre las tres y media de la madrugada por tres personas encapuchadas, una de ellas armada con una pistola, exigiéndole dinero.
«No le vamos a hacer daño, denos el dinero», le espetaron los tres desconocidos a don José -como es conocido por sus vecinos-, según relató a sus allegados el religioso, quien dijo a los asaltantes que solamente tenía el dinero en unas bolsas, que era lo recaudado en los cepillos de la iglesia. Poco satisfechos con el botín, tras sustraer el dinero -unos 300 euros – le dijeron «eso es calderilla«, y se apoderaron de varios objetos de las dependencias -un computador y un móvil-, coaccionaron de nuevo el sacerdote preguntándole dónde tenía «mas cuartos«. Cascón les sugirió que cogieran su cartera, donde los encapuchados encontraron, además de dinero, una tarjeta de crédito.
Entonces le solicitaron el número PIN de la misma, al que él respondió que no lo sabía porque casi no la usaba. Fue en ese momento cuando los cacos encañonaron a Don José poniéndole la boca del arma en el pescuezo y la frente, diciéndole que si «el número no es el verdadero» lo iban «a matar«. Cuando accedió a revelar el PIN, el cabecilla de los encapuchados ordenó a uno de sus cómplices ir a un cajero a comprobar su autenticidad. «Como no sea lo verdadero, le pego un tiro», le advirtió.
Una vez que retiraron de una sucursal bancaria todo el dinero que pudieron, los asaltantes rompieron todos los cables de teléfonos que encontraron en casa rectoral, salvo uno que no localizaron, revolvieron todas las dependencias y dejaron a don José atado de pies y manos y envuelto en unas mantas sobre su cama. A pesar de su avanzada edad y de padecer algunos problemas coronarios, Cascón Raposo, revolviéndose y empleando los dientes, logró liberarse parcialmente de la atadura y llegar a la cocina. Allí, con la ayuda de un cuchillo, cortó las cuerdas que lo inmovilizaban ya sólo parcialmente. Ya liberado, descubrió que el teléfono de su despacho no había sido destruido. «Por casualidad había quedado tapado por unos papeles y no lo vieron«, comenta un amigo del sacerdote. De esta manera, la víctima pudo ponerse en contacto con las fuerzas de seguridad -la llamada se registró a las cinco de la madrugada-, cuya rapidez de respuesta fue resaltada esta mañana por el propio religioso ante varios de sus feligreses.
Hace unos meses la casa rectoral de la villa ya había sido objeto de un robo.
En la mañana de este domingo, el sacerdote, José Ramón Cascón Raposo, participó en la misa de 11, y explicó a los asistentes lo que le había ocurrido. Estaba muy nervioso tras lo acontecido aunque en esta ocasión contó con la ayuda de un feligrés, el ex-alcalde Celestino Sardiña, en este caso, a la hora de hacer las lecturas incluso el evangelio.
“Afortunadamente, non me fixeron máis dano que o psicolóxico”, aseguró don José, que tiene las muñecas rojas por culpa de las cuerdas con las que intentaron retenerlo. Durante su intervención en la misa dijo «Yo les perdono».
Durante toda la mañana se advirtió la presencia en la zona de la casa parroquial, al final de la calle Pescadería, a efectivos diversos de la Guardia Cívil con el fin de realizar los trabajos pertinentes para esclarecer los hechos.
Se especula con la posibilidad de que se trate de una banda de ladrones que ya han asaltado algunas otras casas parroquiales.