(La Vozdigital.es)-JESÚS M. ARAGÓN | CÁDIZ.
Indignación y petición de que se depuren responsabilidades hasta el final a partes iguales. Así puede resumirse el sentir generalizado el día siguiente a conocerse la incautación de 127 kilos de cocaína a bordo del Elcano. Y es que, quienes han vivido y amado, el Buque Escuela señero de la Armada española, sienten como una afrenta en carne propia el alijo de drogas. «Han manchado mi casa. Elcano es y será siempre mi vida. Esos tres individuos y quienes les hayan ayudado no merecen estar en la Armada».
El honor y la honra militar salen a relucir en seguida al tratar este asunto. También lo hace el orgullo de quienes formaron parte alguna vez de su tripulación, de quienes madrugaron, durmieron, izaron las velas, ataron cabos, limpiaron cubiertas o cocinaron en alguno de sus 85 cruceros de instrucción por medio mundo.
Incluso hay quien teme por el futuro de la embarcación, y augura el final de su labor de representación, de su labor formativa para guardiamarinas. Pero de momento ni la Armada ni ninguna otra institución oficial relacionada con el Elcano ha dicho esta boca es mía.
Seguramente el episodio de la droga servirá para mejorar los controles de acceso y salida del barco, ya hay quienes incluso plantean colocar escáneres como los de los aeropuertos en su acceso cuando estén en escala en tierra firme, y aumentar el control sobre los marineros y las personas que lo visitan.
Pero como sucede en la mar, tras la tormenta volverá al calma. Y tras el escándalo mediático inicial de estos días, pronto el Elcano volverá a tener ese áurea magna que siempre tuvieron sus velas mientras navegaba.
En la Escuela Naval de Marín en Pontevedra, el lugar donde se forman los futuros marineros y oficiales, la sensación era extraña. Se ha dado un golpe muy fuerte a la imagen de la marinería, y justo donde más duele, en uno de sus puntos débiles emocionalmente hablando, un barco que también es santo y seña en Galicia. También se mostraban cabizbajos en sus reflexiones algunos de los marineros que en los últimos años han realizado travesías a bordo del Elcano. LA VOZ tuvo ocasión de charlar ayer con varios de ellos.
Estos profesionales, como el caso de Antonio Rodríguez Mesa, lamentaban lo ocurrido. Con más de 15 años a sus espaldas, y habiendo sido cabo primera y suboficial, entre otros cargos, este marinero conoce la embarcación «como mi casa».
Como tantos otros, Rodríguez confiesa sentirse «defraudado por quienes han cometido estos hechos», y se pregunta si las medidas de seguridad en las rutas programadas año tras año, «que mucha gente ya conoce», son suficientes y eficaces.
En los foros especializados y redes sociales, los admiradores del Buque Escuela siguen extrañados por el hecho de que tres marineros hayan podido embarcar casi 150 kilogramos de cocaína sin levantar sospechas de sus superiores. «En este tipo de barcos es relativamente sencillo esconder cosas, pero es mucha cantidad la que metían», aseguran.
Los marineros y exmarineros con más experiencia recuerdan que los controles y registros policiales siempre han existido a bordo. Algunos hablan de visitas de agentes de la Guardia Civil con perros «en busca de sustancias o cualquier otra cosa rara», pero no recuerdan un daño o una afrenta como la de esta semana.
Todos ellos coinciden en que la Armada terminará tomando cartas en el asunto, y endurecerá las condiciones de visita para la ciudadanía, además de mejorar el control a la tripulación. «Los chavales habrán visto un negocio fácil y los habrán convencido; pero estoy seguro de que debe haber más gente implicada. Son rutas y escalas que se repiten, como Cartagena de Indias, Río de Janeiro, Montevideo… es fácil caer en la tentación», tratan de justificar algunos.
De cualquier forma, nadie cree que el prestigio del Juan Sebastián de Elcano y la Armada española esté en entredicho. «Siempre ha habido quien traía algo de contrabando, algo de consumo propio, pero esto es demasiado», apuntan.
Claro está. Una cosa son las leyendas urbanas, esas que hablan de la estrecha relación de los marineros con el contrabando de tabaco y whisky, y otra muy distinta manchar el expediente del Buque Escuela, una de las embajadas más importantes de la Armada, con casi 150 kilos de cocaína «para ganar dinero».