Miguel Ángel Pazos Fernández (*)
Después de estas elecciones europeas, a nadie se le ha podido pasar por alto la fulgurante irrupción de Podemos en la escena política europea. Revestidos de plataforma ciudadana, un selecto grupo de marxistas provenientes de IU y de la Complutense (y uno de ellos, ex-asesor de Hugo Chávez), ha conseguido triunfar en estas elecciones, dándole una lección al bipartidismo.
De entre todos ellos, lo más destacable es su carismático líder. Inteligente y mordaz. Con su característica vestimenta, un discurso ramplón y fácil consistente en utopías que todos los parados desean escuchar, ha conseguido camelarse a una buena parte del electorado. Pablo Iglesias es una reacción a eso, pero es mucho más.
Pero, ¿a qué se debe su imparable ascenso? Está claro que, de un lado, la situación social, política y económica ha favorecido para hacer atractivo su discurso. De otro lado, la derecha mediática ha hecho el resto. Y es que cada vez que en una tertulia – sitio por excelencia donde en España se crea la opinión pública – Pablo Iglesias abría la boca sobre cualquier tema, Marhuenda, Eduardo Inda o Alfonso Rojo soltaban una retahíla de exabruptos que lo santificaban y lo hacían todavía más atractivo para su electorado. Se ha convertido, en definitiva, en un contraefecto hacia aquellos que no tienen nada que decir, que no saben lo que pasa en la calle, y que deslegitiman protestas y manifestaciones cada vez que una de ellas ocurre, en vez de criticar razonadamente lo que ellas dicen, y defender las políticas en las que ellos – teóricamente – creen.
El voto de Pablo Iglesias viene, fundamentalmente, de canalizar una protesta cívica que la izquierda parlamentaria – PSOE e IU – no ha sabido o no ha querido aprovechar. Desencantados del PSOE pero, sobre todo, gente que no tenía pensado ir a votar hasta que lo ha visto a él debatiendo con unos cenutrios que representan en una tertulia, teóricamente, al Partido Popular y a la derecha política que está gobernando.
Y es que cuando un gurú mediático de la derecha rebate a Pablo Iglesias con descalificaciones y conspiranoias patéticas, legitima a su movimiento y a sus seguidores, les da más alas para seguir, les consigue nuevos adeptos y, sobre todo, engorda el (reconocido por él mismo) inmenso ego de su líder.
La derecha mediática le hizo la campaña y ahora, con sus absurdas descalificaciones, lo están encumbrando. Y los que nos dedicamos a ésto no podemos permitir que pase. Tenemos que pasar por una razonada autocrítica, y debatir con argumentos sólidos, que los hay. Construir una alternativa razonable a ese discurso populista, ramplón y plagado de irrealidades.
Luego que la derecha mediática no se queje. Ellos consiguieron que gobernara quien no querían durante ocho años, y ahora, van camino de conseguir con Pablo Iglesias el efecto adverso al que se proponen. Que luego no se quejen.
(*)-Es presidente de NN-GG. de Narón