Conociendo a Concha do Campo todavía aprecio más su libro “Los sombreros y la menta”. Es graciosa, romántica, imaginativa y de una originalidad sorprendente.
No obstante es fiel seguidora de la literatura actual. El poder sintetizar sus relatos es exigencia de la situación reinante, ya que todo el mundo tiene prisa y miedo al libro gordo. El de Concha se lee en un ratito, su contenido se queda en el alma y su ternura no se olvida. La tan conocida frase “lo breve es dos veces bueno” es lo justo para divulgar esta obra.
La elegancia que define a la autora, que la posee en alto grado, tiene presencia real en su hacer.
En algunas páginas magistrales como “la muerte de una doncellita” recuerda el estilo ruso de Chejov, y en otros pasajes “esa risa sin risas” que decía el poeta, nos habla de su delicadeza e ironía gallega.
Sacrificar el argumento de una novela para sintetizarlo en un cuento habla de la generosidad que exige la celeridad. El caminar de esta escritora es para tomarlo en serio, es profunda más que una momentánea inspiración es su estilo nuevo y viejo, nuevo porque es actual y viejo porque no olvidamos a Emilia Pardo Bazán, igualmente coruñesa.