Cuando fue creada la urbe de Ferrol como ciudad de nueva planta el siglo XVIII, su centro histórico estuvo rodeado de un cinturón defensivo formado por una amplia muralla aspillerada que estaba dotada de una serie de baluartes y de varias puertas de mar y tierra que comunicaban la entonces villa con su territorio extramuros.
Comenzada el año 1850 la construcción de la carretera de Castilla, la llegada del siglo XX trajo consigo la expansión urbana de Ferrol a partir de la Puerta Nueva hacia lo que se ha venido llamando “fuera de Puertas” en el lenguaje coloquial ferrolano, siguiendo la carretera de Castilla, dejando Ferrol por el Puente de las Cabras, con un trazado prácticamente rectilíneo hasta el río Xuvia y con un crecimiento vinculado al uso de dicha carretera como medio de transporte y a la construcción del tranvía eléctrico desde los años 1920.
Al final de la Guerra Civil el crecimiento de la ciudad se llevó a cabo por la edificación de los ensanches a ambos lados de la carretera de Castilla. En líneas generales, los Ensanches A y B (al día de hoy todavía nadie ha sido capaz de ponerles un nombre adecuado) se significaron por su heterogeneidad, la escasa planificación, el aprovechamiento de los viejos caminos como viales, la mala calidad de los materiales empleados y la discontinuidad de las construcciones, herencia urbanística que hoy todavía arrastran.
En cuanto a lo que hoy se conoce como barrio de Ultramar, a principios del pasado siglo era una zona agrícola y rural, con escasas edificaciones, flanqueada a los cuatro vientos por la carretera de Castilla y los lugares de Bertón, Telleiras y Recimil, que en el monumental Diccionario Geográfico de Pascual Madoz de 1845 constaban como pertenecientes a la parroquia de Santa María de Caranza.
En la primera década del siglo XX se había construido la desaparecida Villa Soledad, hermoso edificio modernista que durante muchos años fue una referencia inolvidable de la carretera de Castilla a la altura de lo que hoy es el barrio de Ultramar. Después de haber sido de forma sucesiva residencia familiar, sanatorio neuropsiquiátrico y parvulario del Colegio de Cristo Rey, Villa Soledad, como otro triste ejemplo del descuido del Patrimonio Cultural, fue derribada por la implacable piqueta de los años 1970.
En esas fechas, alrededor y dentro del espacio ocupado por Villa Soledad y su amplia finca anexa, nacía el actual barrio configurado alrededor de la plaza de Ultramar, entrevero central de las calles Venezuela, Perú, Chile y República Argentina, un barrio pujante, plenamente habitado, dotado de vida propia y creciente actividad, con numerosos establecimientos y de servicios, y una atractiva oferta del sector de hostelería y restauración.