A. T. Navantia no gana para sustos. El consejero delegado, Jaime de Rábago, considerado el número dos de la compañía y el que más empeño ha puesto en conseguir contratos por todo el mundo se va.
Y se va en plena crisis de la empresa pública de construcción naval, no sólo por los fallos en la fabricación de los nuevos submarinos S-80 en Cartagena, que obligan a retrasar la finalización de la primera de las naves, sino también por los graves problemas de carga de trabajo que hay en los astilleros de Cádiz y Ferrol.
Jaime de Rábago fue nombrado consejero delegado de Navantia el 10 de mayo de 2012. Y poco más de un año después, dimite. Lo hizo remitiendo una carta a la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales), accionista mayoritaria de la compañía. El escrito alega motivos personas y familiares y fuentes de la empresa añaden que lo deja por motivos de salud.
Sin embargo, hay quienes aseguran en Navantia que más que irse, a Rábago le han ofrecido una salida elegante, y que ha perdido el pulso con el presidente de la compañía, José Manuel Revuelta. Todo el mundo sabe en la empresa que, hace unos meses, Rábago se llevó un susto, porque un derrame le hizo perder la vista durante un tiempo, pero también dicen que se ha recuperado y que el verdadero motivo de su marcha radica en las malas relaciones y la lucha de poder entre los dos máximos responsables de los astilleros públicos, en la que, finalmente, se ha impuesto Revuelta.
Quien más ha trabajado por conseguir contratos en el extranjero, la salida que busca Navantia para no hundirse y no depender exclusivamente de la Defensa española, lo deja, posiblemente, en el peor momento, lo que viene a dar la razón a los trabajadores, que denuncian el caos en la organización de Navantia.
Todo apunta a que Navantia no cubrirá el hueco que deja el consejero delegado y será ahora José Manuel Revuelta el que asuma toda la gestión.