Venezuela: la esperanza del todavía

yoani sanchezYoani Sánchez

El avión había tocado tierra en Panamá y al otro lado de los cristales se veía un sol inclemente que caía sobre el pavimento. Recorrí los salones del aeropuerto, en busca de un baño y también de un lugar donde esperar hasta que partiera mi próximo vuelo. Algunos jóvenes que aguardaban en el salón principal me hicieron señas y comenzaron a gritar mi nombre. Eran venezolanos. Estaban allí, al igual que yo, en tránsito hacia otro destino. Así que conversamos en medio del gentío y de las maletas que iban y venían, mientras los altavoces anunciaban las salidas y los arribos. Me dijeron que leían mi blog y comprendían muy bien lo que estábamos viviendo en la Isla. En un momento les pedí tomarme una foto con ellos. Respondieron con caras largas y la súplica de que “por favor, no la subas a Facebook ni a Twitter porque nos metemos en problema en nuestro país”. Me quedé pasmada. De pronto los venezolanos me recordaron tremendamente a los cubanos: temerosos, hablando en un susurro, escondiendo todo aquello que pudiera comprometerlos frente al poder.

Aquel encuentro me dejó reflexionando sobre el tema del control ideológico, la vigilancia y la intromisión excesiva del estado en cada detalle de la vida cotidiana. Sin embargo, a pesar de las similitudes que encontré en aquellos jóvenes y mis compatriotas, sentí que a ellos les quedaban algunos espacios que para nosotros ya se habían cerrado. Entre esas rendijas aún abiertas, están precisamente las elecciones. El hecho de que hoy domingo los venezolanos puedan asistir a las urnas y decidir con su voto –amén de todas las jugarretas oficialistas- el futuro inmediato de su nación, es algo que a los cubanos se nos arrebató hace mucho tiempo. Hábilmente el Partido Comunista de nuestro país cortó todos los caminos para que pudiéramos optar entre varias opciones políticas. Conocedor de que no podría competir en buena lid, Fidel Castro prefirió correr sólo en la pista y eligió como único relevo a alguien que, por demás, lleva su propio apellido. Comparando situaciones, a los venezolanos les queda la esperanza del todavía… a los cubanos, la desazón del jamás.

Por eso, conociendo la jaula desde adentro, me aventuro a recomendarles a los venezolanos que no terminen ellos mismos por cerrar la única puerta de salida con la que cuenta. Espero que aquellos jóvenes que encontré en el aeropuerto de Panamá estén ahora mismo ejerciendo su derecho al voto. Les deseo que después de esta jornada no vuelvan a temer a represalias por sacarse una foto con alguien, decir una idea, firmar una crítica. Les deseo, en fin, que alcancen lo que nosotros no logramos.

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