Antonio Miguel Carmona-(director diario progresista)
No son pocas las familias con niños celíacos que, aún hoy, sufren el olvido por parte de muchas instituciones públicas y privadas. Convertir su cuidado en hábito exige el esfuerzo, no sólo de las familias, sino de una sociedad progresista.
El trigo, la cebada, el centeno, entre otros, contienen gluten, proteína que lleva incorporada gladina, elemento capaz de inflamar el intestino delgado y provocar reacciones indeseadas que pueden llegar a ser graves.
Los niños celíacos que lo ingieren sufren distensión abdominal, diarreas, irritación y, lo que es peor, se le multiplica el riesgo de cáncer de colon. Cualquier cuidado es poco si bien, la disciplina y la voluntad, les convierten en niños que desarrollan una vida tan normal como cualquier otro.
Una empresa de salud infantil explicó en un colegio cómo tener una alimentación saludable y, según me cuenta una madre, le dieron alimentos con gluten precisamente a un niño celíaco. Mejor no decir el nombre de la empresa especializada, ni el del colegio tan inconsciente como incapaz su dirección.
La escasa concienciación en algunos segmentos de nuestra sociedad es tan preocupante como para que sucedan hechos como el descrito. En un mundo en el que, según la Asociación de Celíacos, casi cinco millones de españoles son sensibles al gluten, un diez por ciento de nuestra población, mientras que un uno por ciento de la misma son directamente celíacos.
En España hay colegios (privados) que rechazan a niños celíacos en su comedor. Algo que nos lleva a siglos tan pasados como para tratar de olvidarlos. Porque no es, ni moderno ni decente, que la agencia tributaria no considere una buena parte de los alimentos para celíacos bienes de primera necesidad.
No caben en este artículo las innumerables quejas de los padres de niños celíacos, la soledad que sienten en muchos sitios en los que no entienden que ser una minoría no les resta derechos que debieran ser costumbre en una sociedad moderna