Antonio Miguel Carmona-(director diario progresista)
Las cumbres europeas formadas por los jefes de gobierno de los países miembros se parece cada día más a una reunión de pastores mientras se abandonan las ovejas al rudo paisaje del invierno europeo.
Las amenazas de Alemania, Holanda y Finlandia relativas a impedir que los bancos españoles e italianos puedan financiarse a través de una unión bancaria, evitando el aumento del endeudamiento del Estado, se diluyó en su momento y, ahora, siendo acreedor el Estado, computando las ayudas financieras, el déficit se dispara al 9,9%
El Gobierno de la Nación no está ocupado en solventar los importantísimos problemas de la economía española – tales como el paro o la miseria-, sino en sofocar el incendio de la fuga de capitales que se le ha venido encima.
Las reformas financieras de Luis de Guindos espantaron a 235.376 millones de euros durante los siete primeros meses de 2012 (en el mismo período del año anterior, lejos de sufrir salidas, los depósitos aumentaron). Por eso, la pérdida de tal capital llevó a Mariano Rajoy a pedir un rescate que supliera una huida tan considerable de liquidez
Alemania ofreció entonces un préstamo a cambio de durísimas condiciones, pero que, ciertamente, se lo darían al gobierno –aumentando de este modo la deuda del Estado-, para que éste a su vez lo transfiriera a los bancos.
Sin embargo, un aumento tan considerable de la deuda del Estado ha sido perjudicial en términos de intereses de la misma como nuevo gasto (disparado) en el Presupuesto. Se ideó una fórmula mejor: la creación de una autoridad bancaria que financiara directamente a los bancos, mientras el BCE, a su vez, compraba deuda pública.
Pero Alemania, Holanda y Finlandia se opusieron tan radicalmente que se están tomando todo el 2013 para estudiar cuando poner en marcha realmente la ya creada unión bancaria. Demasiado tarde.
Dada la urgencia de la situación, el estado español acudió a recibir un préstamo y éste a su vez, como digo, fue transferido a la banca, multiplicando déficit, deuda e intereses: un desastre.
Las cumbres europeas, borrascosas y grises, demuestran la no existencia de Europa y el juego perverso de mantener a no pocos países, entre ellos España, al borde del abismo.