Carlos J.García
Cuando escribía este artículo, las noticias y la climatología nos daban la buena nueva de que los incendios forestales estaban controlados y prácticamente extinguidos. Incendios que han durado algo más de 20 días, y que ha supuesto la pérdida de cuatro vidas y que desde estas líneas quiero expresarles mi agradecimiento y respeto. Mis letras hoy son un íntimo homenaje y reconocimiento.
Los incendios crean ruina, dramas personales, inquietudes y en los que los de estas últimas fechas, un gran desafecto en la población. La animosidad no la sienten solo quienes los han sufrido en primera persona, también la sentimos quienes somos amantes de la naturaleza y de la vida de los pueblos. Hemos padecido una tragedia y parece, (yo me lo creo), que, según las Fuerzas de Seguridad, la mayoría se han producido de manera intencionada. Idea que confirman los afectados que conocen su entorno. El por qué, lo sabremos. Aunque cuesta trabajo entender los motivos que llevan a hacer estas barbaridades. Espero que se aclare y lo sepamos, no nos pase como con el
“apagón” y nos quedemos a dos velas. Aunque las vidas perdidas y lo quemado, ya no tiene solución.
Aún me queda sitio en el alma, para más enfado o cabreo (que suena más fuerte) cuando aquellos que más hablan y que han hecho de su profesión la política, compitieron a ver quién decía más sandeces que cosas importantes. Todos se defendían. Generalmente vociferando (¿se acuerdan de aquello de: excusatio non petita…?), pues eso. Nada más soez que escuchar a personas que se les nota no saber de qué hablan, pero aparentan no entender y sus argumentos se basan siempre en echar la culpa a los demás (ellos no se equivocan). Y lo que es peor, filosofan. ¡Es
que entienden de todo! Algunos hasta tienen delirios. Sería cosa del humo que aspiraron mientras trabajaban en la extinción.
La gran ocurrencia es el ya cansino rollo de la emergencia climática, que más bien parece aquello de “que viene el lobo “sonando como un cuento para amedrentar a los mas pequeños. La misma tabarra que nos daban cada día con el agujero de Ozono, ¿Se acuerdan? Decían que moriríamos abrasados y resulta que se cerró solo. ¡Claro que existe el cambio climático! Y existe desde el principio de los tiempos. Como existieron los maremotos, las explosiones volcánicas y tantos desastres naturales.
Recomendaría, se me ocurre, aquella entrañable Enciclopedia Álvarez a más de uno para que repase aquello de que la tierra gira alrededor del Sol y sobre su eje. Es fácil de leer y además nos explica someramente lo que ocurrió en el planeta Tierra a lo largo de sus miles de años de su vida. Creo que esa lectura es suficiente para hacerse una idea.
La naturaleza necesita cuidados, como la especie humana que se cura las heridas y va al médico, y nuestra obligación, como humanos, es cuidarla y atenderla. Pero bueno… difícil porque de nosotros poco nos preocupamos unos de otros.
Otro día hablaremos del cuidado de nuestro entorno (me gusta más que ecología), hoy solo reflexionar un poco y homenajear a quienes dieron su vida por salvar vida.
También a aquellas personas que han perdido, además de lo material, su historia y muchas de sus ilusiones. Hace unos días escuché en la radio una entrevista a un hombre al que el fuego devoró su casa. Decía, se le notaban las lágrimas, que perdió todo, que no tenía ni calzoncillos para mudarse, ni su tractor ni su coche; pero lo peor es que ya no podría ver mas veces las fotos de sus padres, ni del resto de sus familiares. Terminó diciendo que había perdido su historia; que no lo quedaba nada.Habrá seguro muchas personas como este hombre que han perdido algo más que un tractor o toda su ropa; aquellas cosas que le recordaban sus orígenes y su historia. Otros, diciendo conachadas.
Lo peor es que volverá a pasar y seguiremos oyendo los mismos estúpidos discursos. Que gran verdad decía aquel anuncio de hace tantos años «Cuando el monte se quema, algo nuestro se quema». Parece que bastantes no lo saben.