Carlos J. García
Demasiadas cosas pasan en esta España querida nuestra, al menos para mí que me siento orgulloso de ser español y de nuestra historia. Tenemos demasiados problemas y demasiadas inquietudes que deduzco, no solo por lo que sufro vía impositiva y atención administrativa, también al ver y escuchar y leer lo que en los diferentes medios de comunicación se debate y publica. Me cuesta ordenar y comprender lo que nos está pasando a los ciudadanos (supongo que no soy una excepción, que ya me preocuparía y mucho).
No soy persona que haya participado demasiado en partidos políticos, a excepción de cuando surgieron UPyD y Ciudadanos, organización a la que es cierto me afilié porque creía que era necesario arrimar el hombro a una alternativa que decía traer aire fresco. Pero duré poco, no he nacido para la labor de la política, aunque sí (y a mis hijos en ello los eduqué) he sido consciente de la necesidad y obligación de participar en todas y cada una de las convocatorias electorales y consultivas, Pero la falta de vocación política no significa que no la siga y sienta
preocupación o satisfacción por cómo se desarrolla, aunque nunca he escrito sobre nuestra política, ni en esta ocasión pretendo hacer una crónica política.
Desde ya bastantes años vivimos una situación que calificaría poco clara de lo que pasa en nuestra España. La verdad es que estoy preocupado y no ya por mí; pienso en mis nietos y en su progreso como ciudadanos libres e iguales en una sociedad que les ofrezca alternativas de trabajo y crecimiento, que rompa cierta profecía de hace unos pocos años que auguraba que nuestros hijos (no me la había creído), por primera vez en la historia, serían una generación más pobre que sus padres. Creo que se ha cumplido.
La pregunta es clara ¿Por qué hemos llegado a esta situación tan convulsa y, además, con perspectivas demasiadas inciertas? Seguro que Vds. se hacen una idea de lo que está pasando y tendrán muchos razonamientos de por qué y cómo corregirlo. La mía es simple y nada original.
En cuanto al futuro, lo anterior solo nos sirve para aprender y nada más; que ya es importante. Se me ocurre que, por un lado poco filosófico ni original, tenemos una clase política, en general, que no está a la altura de su función de servicio, son como empleados de una empresa llamada partido político; por otro lado el gobierno según la división de poderes ha de ser ejecutivo y cumplir lo que el legislativo acuerda; no al contrario. que es lo que está sucediendo. Por otro lado no alcanzo a saber si predomina más la incompetencia, fruto de la espera en el escalafón de la empresa, o la cabezonería; aunque cualquiera de ambas es mala per se y aún peor si es de todo un poco. Nos llenan la cabeza con la idea del progresismo (¿quién no quiere progresar?) pero el progreso ha de ser en todos los ámbitos y no es patrimonio de nadie, en todo caso está dentro de la naturaleza del propio ser humano y, por tanto, entendido de manera individual; ni vale hablar de manera vacua de filosofías que dificulta la comprensión, muchas veces, del verdadero fondo de la cuestión.
No vale ponerse de perfil cuando la corrupción salta (siempre teniendo en cuenta el principio, ni puede ser excusa que muchas veces suena vacuo) o se tienen indicios de su existencia en el ámbito cercano. La corrupción y el aprovechamiento siempre han existido y existirán porque es propio de la condición humana y hay que estar atentos.
No vale llorar y parecer víctima cuando afecta a una organización y menos en la política; hay que establecer controles. Eso se estudia en primero de la vida: que no te roben.
Es difícilmente asumible que la corrupción, la inoperancia, la improvisación, las faltas de respeto a los ciudadanos, la mentira, los “tú más”, los deterioros morales, la falta de previsiones están siendo argumentos y lo cotidiano es el pan nuestro de cada día. Los insultos, las descalificaciones con más carga soez que de debate político y parlamentario transmiten la idea de que no escuchan, de que sus principios (?) los consideran únicos y por tanto, siempre excluyentes, y ninguno les importa. Practican un lenguaje para nada educado y demasiado, repito, excluyente. Se olvidan de que de alguna manera están formando a los ciudadanos.
De todo este panorama, que viaja desde una esquina a otra del arco parlamentario, lo que me llama más la atención y me preocupa, es qué muchos ciudadanos y ciudadanas piensan que, mientras lo hagan los míos, todo está bien. Esta especie de “hooliganismo” que nos invade, convencidos de que “los míos nunca se equivocan” me tiene perplejo y preocupado.
Llevándome a comprender un poco más nuestra historia no tan lejana. La democracia y la convivencia, insisto, se basa, más que en otra cosa, en el respeto a los demás. Y al hilo de esto se me viene a la cabeza aquellos consejos que recibía, y me recordaban con frecuencia mis padres y en mi vida profesional: Usa el sentido común. Y apostillaban, advirtiéndome que era el menos común de los sentidos. Pues parece que toma cuerpo tal reflexión con demasiada
frecuencia, y en estos tiempos no estamos sobrados de sentido común,
Los enormes problemas que abruman: pobreza, emigración, trabajo, crecimiento poblacional no suficiente, despoblación rural, sanidad, enseñanza y formación; ecología de la de verdad no la que se conoce por “ecologetas” que envía mensajes imposibles de cumplir y frecuentemente inexactos. Sin olvidarnos de la vivienda, ni de los mayores que están cuidados por mayores y todo los que se les ocurra, incluido el endeudamiento como país y nuestro prestigio internacional, que parece estamos perdiendo y aunque solo sea por los españoles que están
trabajando y estudiando duramente en otros países, para que no lo tengan que sufrir y ponerse colorados y sentir mayor vergüenza que los que vivimos en España. Creo que nos estamos olvidando de que no hay verdad absoluta en la vida material. Y que las dudas y la reflexión son las que nos han llevado a progresar, crecer y que cada generación viva mejor que las anteriores y siempre en libertad y respeto propiciadores del desarrollo y equilibrio de esta raza humana tan diversa como convulsa y frecuentemente impostora y torpe.
Vaya, yo, hoy, quería escribir sobre la inmigración. Pero las ocurrencias salen así, sin querer. Espero que al menos les haya entretenido y les haya hecho pensar y no se olviden de lo de la mujer del César: Además de serlo, hay que aparentarlo. Gracias y hasta otra “ocurrencia”.