Una farsa en Compostela: el delirio episcopal de Christina Moreira-(José L. Álvarez)

José Luis Álvarez-

El próximo 24 de junio, en algún rincón secreto “cerca de Compostela”, tendrá lugar un acto que pretende revestirse de legitimidad espiritual pero que, en el fondo, no es más que una caricatura dolorosa de la fe católica: la supuesta ordenación episcopal de Christina Moreira Vázquez, autoproclamada sacerdotisa de una asociación sin vínculo alguno con la Iglesia católica romana, aunque se sirva indebidamente de su nombre. Eso es lo que he leído con asombro y estupor sobre todo cuando en Religión Digital  titulan su noticia como «Christina Moreira será  ordenada obispa de la iglesia católica»

El evento es organizado por la Asociación de Presbíteras Católicas Romanas (ARCWP, por sus siglas en inglés), un colectivo internacional que vive instalado en la ruptura, el activismo ideológico y el travestismo eclesial. Pese a la pompa de su lenguaje —hablan de sucesión apostólica, de ministerio y de continuidad—, lo que promueven no es más que una imitación vacía, una pseudoiglesia sin comunión, sin sacramentalidad válida, y sin la más mínima fidelidad al Magisterio.

Christina Moreira, una figura habitual en los círculos de disidencia eclesial, es la cara visible en España de esta organización que se presenta como “católica” mientras niega explícitamente las enseñanzas más básicas del catolicismo, incluyendo la imposibilidad doctrinal de la ordenación de mujeres. La ceremonia contará con la presencia de tres “obispos” mujeres —Bridget Mary Meehan, Gisela Forster y Christine Mayr-Lumetzberger—, todas ellas con un historial conocido de desobediencia, ruptura y desprecio al orden eclesial legítimo.

Pero lo que realmente inquieta no es tanto el acto en sí —una performance con tintes litúrgicos para consumo interno de un grupo ideologizado—, sino la protección y amplificación que recibe esta herejía por parte de ciertos medios eclesiales. En especial, el portal Religión Digital, dirigido por José Manuel Vidal, que hace ya mucho tiempo abandonó el servicio de la información religiosa para convertirse en un púlpito de propaganda para la disidencia más frontal.

Vidal ha dado cobijo sistemático a Moreira, a su esposo, el sacerdote en rebeldía Victorino Pérez Prieto —quien continúa ejerciendo funciones sacerdotales pese a su evidente ruptura con la comunión eclesial—, y a todo el entorno que sostiene esta pantomima. Lejos de denunciar el grave daño que estas acciones causan a la fe de los sencillos, Vidal los presenta como profetas, pioneros, mártires del clericalismo, cuando en realidad no son más que agentes de confusión.

Cabe recordar que Victorino Pérez Prieto sigue figurando como sacerdote sin haber sido suspendido a divinis, pese a años de activismo junto a la hoy su esposa, la “sacerdotisa”. Esta tolerancia inexplicable añade una capa más al escándalo. ¿Cómo puede la Iglesia permitir que un sacerdote viva públicamente casado, y además con una mujer que se proclama obispa y ataca abiertamente la doctrina eclesial?

Este silencio, esta tibieza administrativa, contrasta dolorosamente con la contundencia con la que se ha actuado en otros casos de desobediencia. La pregunta es inevitable: ¿hay miedo? ¿hay complicidades? ¿hay, tal vez, un cálculo político eclesial para no molestar a ciertos sectores ideológicos? Porque lo que está en juego aquí no es solo una irregularidad canónica, sino la integridad misma del testimonio eclesial.

Desde la clandestinidad —ese detalle revelador de la “ordenación” secreta— hasta la retórica de la “Iglesia circular e inclusiva”, todo en esta ceremonia apunta a una mentalidad que ha roto con la verdad del Evangelio. No se trata de una reforma, ni de una protesta legítima, sino de una ruptura radical con la Iglesia de Jesucristo. Una ruptura presentada como progreso, como valentía, como apertura, pero que no es más que soberbia revestida de incienso.

La pregunta final es: ¿hasta cuándo se va a permitir que estas acciones sigan utilizando el nombre de la Iglesia católica? ¿Hasta cuándo José Manuel Vidal va a seguir editorializando en favor de quienes promueven un cisma ideológico disfrazado de liberación? ¿Hasta cuándo el clero fiel va a tener que soportar el escarnio de ver cómo se profanan los signos sagrados y se manipulan los sacramentos con el aplauso de ciertos medios “religiosos”?

La Iglesia no necesita falsas obispas, ni sacerdotes desobedientes, ni portales de información que sirven de altavoz al error. Lo que necesita es claridad, fidelidad, y una renovación verdadera que pase por el corazón convertido, no por el activismo disfrazado de espiritualidad.

Y ahora que Christina será «obispa», solo queda preguntarse si su primer gesto pastoral será… ¡ordenar a su marido Victorino como obispo! Porque ya puestos a reinventar la Iglesia, ¿por qué no empezar por casa?

Verdaderamente un escándalo que yo mismo, como católico, no llego a comprender. Por cierto me dicen que esa señora residió años en Ferrol, y mientras estuvo casada visitaba con alguna asiduidad la vivienda del entonces sacerdote legal, hasta que se separó de su marido y …ya conformó su amistad sacrílega con el que hoy convive.

¡Cosas veredes Sancho!. Quizás un informe psiquiátrico daría con el quid del asunto.

Lea también

Salir de tu país te reconforta con él-(Pedro Sande García)

Pedro Sande García Desde la Grecia clásica y desde la antigua Roma, donde el término …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *