«Ignacio Frutos: un fajín, una devoción, un amor eterno a Ferrol»-(José C. Enríquez)

José Carlos Enríquez

Este sábado 12 de abril, a las seis de la tarde, Ferrol vivirá uno de esos momentos que quedarán imborrables en su memoria colectiva. En la recientemente rehabilitada iglesia de Dolores, sede de la Venerable, Real y Muy Ilustre Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y de María Santísima de los Dolores, se celebrará una misa de acción de gracias que culminará con un acto cargado de simbolismo: el Almirante Ignacio Frutos Ruiz entregará su fajín militar a la imagen de la Dolorosa, para que lo luzca en la procesión del próximo Viernes Santo.

Este gesto, íntimo pero a la vez profundamente público, trasciende el simple acto protocolario. Es la cristalización de un vínculo construido desde el respeto, el afecto y la vocación de servicio. El fajín del Almirante, ese símbolo de autoridad, honor y compromiso con la Patria, pasará ahora a formar parte del atuendo de la Dolorosa, una de las imágenes más veneradas de la Semana Santa ferrolana. Un gesto que conecta lo espiritual con lo humano, lo castrense con lo popular, lo personal con lo colectivo.

El Almirante que hizo de Ferrol su hogar

Ignacio Frutos no nació en Ferrol, pero pocos pueden presumir de haber abrazado tan profundamente su historia, su cultura y su gente como él lo ha hecho. Desde su llegada como Almirante Jefe del Arsenal Militar, dejó claro su propósito: no venía solo a ejercer un cargo, sino a vivir y servir a una ciudad que, como él mismo ha dicho, “siempre he considerado inseparable de la Armada”.

Ferrol es mucho más antigua que la Armada, pero ambas nacieron en paralelo en el siglo XVIII. Ferrol era un humilde barrio pesquero y se transformó en una ciudad estratégica gracias a la Armada. Desde entonces, su historia está tejida junto al mar, a los astilleros, a los barcos, a los marinos. Por eso digo que Ferrol es la Armada, y la Armada es Ferrol”, explicó Frutos en una de sus declaraciones más recordadas.

Servicio más allá del deber

Lejos de limitarse a los muros del Arsenal, el Almirante ha llevado su compromiso más allá. Una de sus prioridades ha sido abrir las puertas de la institución a la ciudad. “Tenemos la asignatura pendiente, como Fuerzas Armadas, de darnos a conocer. Estoy convencido de que cuando los ciudadanos conozcan mejor lo que hacemos, nos valorarán aún más”, ha expresado.

Y lo ha demostrado con hechos. Bajo su mando, se han impulsado iniciativas para acercar la vida del Arsenal a los ferrolanos: visitas guiadas, actos institucionales compartidos, y una política de transparencia y cercanía que ha estrechado lazos entre la ciudadanía y la Marina.

Este enfoque ha calado hondo en Ferrol. Tanto, que en enero de este mismo año, el pleno municipal aprobó su nombramiento como Hijo Adoptivo de la Ciudad. Una distinción respaldada por más de 320 escritos de apoyo presentados por ciudadanos, asociaciones, entidades e instituciones de toda Galicia. Un reconocimiento que no se impone: se gana.

Un legado que trasciende el uniforme

La entrega de su fajín a la Dolorosa no solo es un acto de devoción religiosa. Es también una manera de decir adiós —o quizás hasta luego— a una etapa vital y profesional, dejando un legado emocional que permanecerá en la ciudad. La Dolorosa, imagen cargada de simbolismo y amor popular, portará ese fajín en su salida procesional, como si llevara consigo no solo el peso de una carrera ejemplar, sino también el alma agradecida de un servidor de la patria.

En tiempos donde el liderazgo a menudo se mide en cifras, Ignacio Frutos ha demostrado que también puede medirse en valores. En humildad, en coherencia, en cercanía y en amor verdadero a una tierra que ha sabido corresponderle con el mismo afecto.

El alma de Ferrol en un gesto

El próximo Viernes Santo, cuando la imagen de la Dolorosa recorra las calles de Ferrol envuelta en incienso, silencio y devoción, lo hará llevando consigo el fajín de un hombre que no solo dirigió uno de los pilares de la ciudad, sino que se fundió con ella, que entendió su identidad, su historia, y la vivió con orgullo y entrega.

Porque en el fondo, este acto no es solo un homenaje a Ignacio Frutos. Es también una forma de que Ferrol se mire al espejo, y se reconozca como lo que siempre ha sido: una ciudad noble, fuerte, marinera, profundamente espiritual, y agradecida con aquellos que la honran.

Y el Almirante Frutos, sin duda, la ha honrado.

 

 

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