Manuel Molares do Val-(cronicasbarbaras.es-molares@yahoo.es)- CRONICAS BARBARAS
Hace quince años Cataluña era la meta de las inversiones nacionales y extranjeras en España por la confianza que inspiraba su larga tradición emprendedora, pero el cambio ha sido radical porque el peso muerto del nacionalismo, más aún que la crisis, está llevándola a pique.
Uno de los economistas y empresarios más respetados en el país, el Alto Comisionado de la Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, le recordaba esta semana a los catalanes que Montreal, la capital de Quebec, tenía en 1975 el doble de la renta que Toronto, y que ahora, tras las campañas del separatismo quebequés, había caído a la mitad.
El fenómeno es trasplantable a España, donde el 55,7 por ciento de las inversiones extranjeras durante 2011, aunque habían disminuido por la recesión, fueron a Madrid, mientras que Cataluña se quedó con solamente el 13,4 por ciento, una pérdida del 24,7 por ciento con respecto a 2010.
Lo mismo ocurre con las inversiones españolas en el exterior: las madrileñas suponen el 47, 2 por ciento, mientras que las Catalanas solamente el 9,6, que aun así crecen con respecto a 2010, presumiblemente por la huida de capitales.
Fenómeno que no se debe solo a que Madrid sea la capital de España: siempre lo fue, y hasta el gtriunfo nacionalista en Cataluña la capital económica de España era Barcelona.
Pero en Madrid el sector público representa el diez por ciento del PIB regional, y bajando, mientras que en Cataluña es el veinte, parasitismo insostenible para competir, incluso dentro del Estado.
Ya lo advertían los estudios como el de mediados de octubre de la Unión de Bancos Suizos (USB) sobre la amenaza secesionista, que calificó de “desastrosa” para Cataluña.
El nacionalismo está llevando a pique a la región que fue más rica de España, aunque también amenaza con arrastrar al país del que es parte.