Contra la manipulación- (Miguel Platón)

Miguel Platón-Periodista e historiador

La memoria, aunque sea limitada y parcial, es uno de los elementos necesarios para reconstruir la historia, debidamente contrastada con otras, con documentos y dotada de una elemental coherencia.

Cosa distinta es el recurso a una memoria, real o supuesta, para manipular hechos o para servir a causas políticas actuales, ajenas a la historia verdadera.

Es el caso de las leyes de dos presidentes de gobierno socialistas: la de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero y la de Memoria Democrática de Pedro Sánchez. Ninguna de ambas “memorias” están al servicio de la historia, sino que buscan obtener réditos políticos actuales basados en un relato falso. Nadie tiene que explicármelo. Yo le he escuchado a Sánchez, cuando algunos le reprochamos la falta de consistencia de su proyecto, decir que él no trataba de hacer historia, sino de hacer política.

Basar este objetivo en la manipulación de una guerra civil que costó la vida a unos 400.000 españoles y causó graves perjuicios a millones es la constatación de una manera miserable de hacer política. La conmemoración
oficial de los 50 años de la muerte del general Francisco Franco es una parte sustancial del mismo proyecto. Al frente del mismo el Gobierno ha nombrado a una comisionada, sectaria hasta la náusea, acompañada de un grupo de asesores que no han efectuado aportación alguna que tenga algún interés.

Al servicio de esta causa se han publicado algún libro y algunos artículos que de forma deliberada retuercen los hechos, por acción o por omisión, y utilizan como respaldo obras de escaso rigor y manifiestamente tendenciosas, como las del hispanista británico Paul Preston, que ningún historiador puede tomar en serio debido a sus numerosos errores, que se cuentan por centenares en algunos títulos. Otras veces se recurre a memorias familiares distorsionadas.

He sido testigo de la sorpresa de algunos nietos, cuando accedían a documentos veraces sobre las actuaciones de su abuelo. La abuela, o los padres, les habían contado milongas. Resulta comprensible, por supuesto, que las familias oculten a los nietos que su abuelo fue un asesino, un torturador, un violador o un ladrón. Pero ello no justifica que se quiera presentar a parientes involucrados en delitos de sangre como servidores de la libertad y la democracia.

Esa actitud es minoritaria, pero es la que destacan algunos medios de comunicación, que incluso presentan zanjas generales de cementerios como si fueran fosas clandestinas. Para el periodismo es noticia el avión que se cae, pero no los que llegan a su destino, que casi todos los días son la totalidad de los que vuelan. En el Valle de los Caídos reposan los restos de más de 33.000 víctimas de la guerra. No llegan al uno por ciento quienes han pedido identificar a familiares para su traslado, pero Pedro Sánchez se disfrazó para fotografiarse con unos huesos, que además eran víctimas “nacionales”. Fue una payasada en toda regla, pero que tuvo una apreciable difusión.

A estas alturas del siglo XXI los hechos básicos son incontestables. El primero es que la principal responsabilidad del fracaso de la Segunda República fue de la izquierda, en particular del Partido Socialista, el sindicato UGT y su líder Francisco Largo Caballero, que en octubre de 1934 llevaron a cabo una rebelión armada contra el gobierno legal y legítimo, integrado por los partidos del centro y la derecha que habían ganado de forma abrumadora las
elecciones generales celebradas en noviembre e 1933.

Esa violencia se acentuó con la llegada al Gobierno del Frente Popular, tras las elecciones adulteradas de febrero de 1936. En los cinco meses siguientes y con predominio de la izquierda, se registraron 482 muertos por violencia
política. Lectura imprescindible: “Fuego cruzado”, de los profesores Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey, publicado en 2024.
La culminación de esa violencia fue el secuestro y asesinato, el 13 de julio, del diputado José Calvo Sotelo, líder del grupo parlamentario del Bloque Nacional. El Gobierno entorpeció la investigación del crimen y el PSOE encubrió a los asesinos, militantes socialistas, lo que hizo inevitable la guerra civil.

Durante esta última hubo tantas víctimas mortales en los frentes como en las retaguardias: decenas de miles de desafectos fueron asesinados, torturados, robados, detenidos y condenados, sin haber cometido en casi todos los casos ni un solo delito grave.

En la posguerra la jurisdicción militar condenó a unas cien mil personas, de ellas 30.000 a muerte y entre 14.000 y 15.000 fueron ejecutadas. Estas cifras son el resultado de una investigación de muchos años, expediente a expediente. Están corroboradas por las investigaciones parciales efectuadas por la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Madrid, que han publicado listas nominales con algo más de 3.000 ejecutados en cada uno de
los casos. Como ambos territorios eran los más poblados al producirse la derrota republicana en 1939, sus cifras son compatibles con la mía de 14.000- 15.000 y hacen imposible el cálculo de 50.000, una estimación gratuita y
sectaria por parte de pseudohistoriadores, entre ellos el inefable Preston, que no han estudiado ni un solo expediente y que ni siquiera conocen las normas procesales y penales que se aplicaron.

Sé muy bien que la mentira seguirá difundiéndose, tanto por ignorancia como por sectarismo, pero somos muchos los empeñados en que los españoles conozcan la verdad de lo que es la historia de todos.

Lea también

Muertos de uno y otro lado- ( Enrique Barrera Beitia )

Enrique Barrera Beitia Cincuenta años después de la muerte de Franco la sociedad española es …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *