Julia M.ª Dopico Vale
Hoy domingo, 23 de febrero, coincidiendo con el día del nacimiento de Rosalía de Castro, Galicia entera está de celebración; también la Xunta y la Fundación Rosalía de Castro, que valoran la importancia de homenajear y recordar “a nuestra poeta más universal y uno de los principales símbolos de nuestra identidad”. La identidad que tantos encontramos reflejada en sus versos que brotan de la soledad del alma y que la convierten en inmortal.
Yo hoy la recuerdo especialmente en forma de canción, puesto que toda ella es música: tocaba la guitarra inglesa, la española, el arpa, la flauta y el harmonium; lo que aprendió en las aulas del Liceo de la Juventud; sonando además sus versos en múltiples melodías creadas por grandes compositores que en ella encontraron inspiración: Juan Montes, con su Negra Sombra; Andrés Gaos, con Rosa de Abril; José Baldomir, con Maio Longo, Joaquín Rodrigo, con ¡ Un home, San Antonio!, García Abril, con As de cantar, meniña gaiteira o Amancio Prada, que cumple en 2025 sus “ bodas de oro” con el “Alma Mater” de la lírica gallega, cumpliéndose los 50 años de la edición del primer disco a ella dedicado, ahondando cada vez más hasta la espesura.
La misma espesura que albergan las tierras de Ortoño, en las que transcurrieron los primeros años de la poeta; geografía plagada de tradiciones, leyendas, encantos y magias como la de la capilla de Santa Cecilia (patrona de la
música), que allí, en Bastabales, “morrendo de soidades” queda enterrada bajo las malezas a pesar de que ya en el S. XII, como apunta J. Guitián, se identifica con una cantiga recogida en el cancionero de la Biblioteca Vaticana: “irei alá mías candeas queimar…”.
Recuerdos míos que me llevan hasta mi antiguo amigo “O Poeta da Mahía”, nacido también en Ortoño y que cantaba a su tierra y a Rosalía: “Unha rosa pra ti, Rosalía/ con galega fidel devoción” … y que un día a mí también me dijo: “Camina en la noche tu voz”.