Gabriel Elorriaga F.-Ex diputado y ex senador
Esta semana con la huella espesa del XLI Congreso Federal del PSOE y la reunión de su directiva retocada no he podido evitar el recuerdo de mi amigo Enrique Múgica Herzog. Tiempos de San Sebastián, de la Facultad de Derecho en la calle de San Bernardo, de la cárcel y del banquillo de los procesados. Y después, cuando el intento de golpe de Estado de 23 de febrero de 1981, reunidos en la sede del PSOE, a donde me trasladé por orden de Manuel Fraga para que juntos movilizásemos las manifestaciones democráticas que deberían de ser de todos y para todos, en silencio y sin distintivos partidistas. Y así fue, con AP, UCD, PSOE, PCE y las sindicales. Y más tarde, cuando fue ministro de Justicia, en la ceremonia de cierre de la cárcel de Carabanchel. Quizá la despedida fue el último encuentro en una mesita del legendario salón de té “Ambassador” donde siempre acudía con su mujer, ya frágil pero cariñoso como siempre.
Por ello no necesito remontarme a figuras pretéritas, como mi paisano Pablo Iglesias, o a Indalecio Prieto o Julián Besteiro para saber que hubo un PSOE distinto a este recinto amurallado, victimista e inhóspito. Un partido gubernalizado, cuyos pilares son María Jesús Montero y Santos Cerdán dedicados a defender como un icono consagrado a la turbulenta familia de Pedro y Begoña. Contra la oposición, la prensa y las togas que lo atacan injustamente en una cacería cruel respaldados por poderes ocultos, quizá empresariales. A la defensa del castillo monclovita se agregará Ión Antolín con su fama de lanzador de bulos y amenazas a los medios.