Toros en Ferrol- (Luís Landeira Caro)

Luis Landeira Caro (*)
¿Una corrida de toros en Ferrol? Froté mis ojos, los dejé un rato cerrados por si se trataba de una alucinación, y volví a abrirlos. Y el cartel seguía allí: efectivamente, anunciaba una inminente corrida de toros en la plaza de toros de Ferrol, y estaba en el escaparate de la Librería Pessoa, una de las pocas tiendas de la ciudad que aún me interesan, precisamente porque en ella se pueden encontrar maravillas como esta. Después de mirar el cartel una y otra vez, hipnotizado por su audacia y su anacronismo, continué caminando por la calle Dolores, como un zombi, hacia la plaza de Amboage y, después, por San Francisco. Iba hacia el puerto, pero mi cabeza seguía dándole vueltas al ruedo.
¿Cuándo hubo una plaza de toros en Ferrol? ¿Hasta cuándo? ¿Por qué? ¿Y cómo es que mi abuelo materno, don Sebastián Caro Hidalgo, militar sevillano, ferrolano de adopción y taurino acérrimo no me había hablado nunca de ella?
Impaciente por saber, no llegué al puerto: me senté en el patio del convento de las Discípulas, empuñé mi teléfono móvil y me puse a investigar esta cuestión que me obsesionaba de tal forma que me impedía casi andar: la plaza de toros de Ferrol.

Sánchez Aguilera y olé

Galicia nunca ha sido demasiado taurófila. Según una de las últimas Estadísticas de Asuntos Taurinos, nuestra comunidad autónoma se encuentra entre las que menos festejos de esta índole ha celebrado en los últimos años,
junto a Baleares, Canarias o Melilla. Por eso resulta tan increíble que en Ferrol hubiera, no hace tanto, una flamante plaza de toros.
Un funcionario del Cuerpo Administrativo de la Armada, don José Montero y Aróstegui, habló en su Historia de El  Ferrol  (1858) de la plaza de marras, subrayando el hecho de que fue Ferrol la primera ciudad de Galicia en la que se llevó a cabo una corrida de toros «en plaza formal». La idea fue, al parecer, del célebre ingeniero militar Dionisio Sánchez Aguilera, que en 1803 pensó que sería interesante organizar corridas de toros en beneficio del
Hospital de Caridad. Por aquel entonces, Ferrol era una ciudad con un gran tráfico de tropa y buques, así que espectadores no faltarían; por eso, a Sánchez Aguilera no le costó conseguir el permiso, redactado en una Carta
Orden del Supremo Consejo.
Así, en el año 1803, se construyó una plaza de toros con capacidad para 6.000 personas en el borde del barrio de Ferrol Vello, en lo que antiguamente se llamaba Campo de Baterías, junto a las murallas del Baluarte de San Juan,
donde décadas después se alzaría la fábrica de lápices. Ese mismo año, se celebraron varias corridas organizadas por una cuadrilla que vino desde tierras castellanas. Según Montero Aróstegui, la función fue multitudinaria, puesto que a ella acudió público de toda la región, por ser la primera corrida «en plaza formal» que se celebraba en Galicia: «Aunque en La Coruña se habían corrido tres toros en el año de 1556, con motivo de la paz ajustada con Francia y del casamiento de Carlos II con María de Orleáns, no se levantara plaza formal porque entonces era común en los pueblos correr por las calles novillos y toros que llamaba de cuerda, hasta que por Real Cédula de 30 de agosto de 1790 se prohibió esta costumbre por las muertes y daños que causaba».

Taurinos contra antitaurinos

Así que sí, Ferrol fue el primer lugar de Galicia donde se celebraron corridas de toros en plaza formal y con cuadrillas ordenadas, y, como apunta Montero Aróstegui, habría que esperar años para que se celebraran «espectáculos semejantes en Santiago, los años 1818 y 1852, y en La Coruña, los de 1850 y 1851». Sin embargo, las contingencias de la Historia hicieron que la primera plaza de Ferrol no durara mucho y acabara destruida.
Las corridas de toros, empero, volverían a la ciudad en la década de 1930, pues habían sido reivindicadas por algunos periodistas y aficionados, que solían abarrotar el tendido 1 en la plaza de La Coruña. Bajo el seudónimo ‘Uno del uno’, un articulista pedía ya en 1927 una plaza para Ferrol, afirmando que «aquí hay dinero y ahora que es base naval, que tenga también una plaza de toros a la que un día acudirán acaso también los que hoy nos llaman salvajes, que de sabios es cambiar de opinión». Gracias a este texto, nos damos cuenta de que el enfrentamiento entre taurinos y antitaurinos no es tan moderno como parece: no en vano, hacia 1916 Castelao dibujó una estampa en la que salía un paisano gallego mirando el cartel de una corrida de toros en Santiago y diciendo: «Qué lástima de bueyes».
En cualquier caso, los deseos del citado articulista se hicieron realidad y en 1935 se inauguró una plaza provisional en la ferrolanísima Puerta Nueva, si bien no hubo corridas verdaderamente relevantes: si acaso, una gala de niños
toreros sevillanos, de 14 años, pertenecientes a distintos linajes de lidiadores, amén de una becerrada casi cómica a la que asistieron 4.000 personas y que provocó las mofas del cronista taurino de El Ideal Gallego, que contó que «bien los becerros, pero los torerillos ¡ay mi madre!, salieron a la plaza con una canguelitis… No obstante, la gente salió complacida viendo cómo se ponían banderillas al ruedo, otras a las nubes y algunas, por casualidad, a los becerros».
La fiesta se acabó con el estallido de la Guerra Civil, en 1936. Fue un duro golpe para la tauromaquia gallega, que, dijeran lo que dijeran sus detractores, estaba en pleno auge: Galicia llegó a tener abiertas diez plazas de toros en una misma temporada. Hasta la aparición del lobby animalista, la explosión de los nacionalismos autonómicos y otros dislates, la tauromaquia fue fiesta nacional en toda España, un rito íntimamente ligado a la raíz ibérica que estaba más allá de pros y antis. Como todo lo sagrado.

El increíble torero ferrolano

Pero Ferrol tuvo aún otra plaza de toros, que solían colocar en el campo de Bazán, frente a las Casas Baratas, entre la plaza de la Ilustración y la del Inferniño. En ella se lució el único torero ferrolano de toda la historia: Fernando
Paramio que, aunque nació en Cáceres, se sentía «ferrolano por los cuatro costados». Paramio fue uno de los muchos toreros galaicos que partió en dos un refrán que rezaba que «Galicia es tierra de un millón de vacas y un solo torero», en referencia al matador Celita, natural de Lugo.
Paramio llegó a Ferrol a los 12 años para trabajar en el establecimiento de sus tíos, y asistió a su primera corrida de toros en Coruña; el espectáculo le impactó tanto que desde entonces sólo quiso ser una cosa: torero. Dicho y hecho, Paramio se fue a Algeciras y allí aprendió a lidiar en una escuela taurina. Poco después, en 1951, en la plaza de La Carolina, Jaén, toreó por vez primera con éxito apoteósico: «Corté dos orejas y un rabo», confesó años después en una entrevista. Desde entonces y hasta que se hizo viejo, toreó por plazas de toda España, actividad que compaginaba con la dirección de una tienda en Ferrol. Su última corrida como matador la dio, precisamente, en la
última plaza de toros que tuvo Ferrol, justo al lado de la Iglesia del Pilar, muy cerca de donde hoy está el instituto Sofía Casanova. Después, se hizo banderillero con relativo éxito, llegando a compartir ruedo con Antonio Robles.

Años después, ya jubilado de los ruedos y del comercio, Paramio montó una especie de peña taurina en el bar Dover, en la calle Dolores de Ferrol, donde se reunía con otros amantes de la tauromaquia para beber vino, comer jamón y ver corridas en la tele; hasta llegaron a organizar algunos viajes a la plaza de toros de Pontevedra, el último bastión taurófilo de Galicia. Por último, Paramio, genio y figura que bien pudo protagonizar una canción de Kiko Veneno, envió un mensaje a los antitaurinos, a quienes no pretendió convencer, sino sólo ilustrar, para que sepan que «el toro de lidia es un animal feliz, que vive muy bien». Y, cabría añadir, que muere aún mejor.

(*)-Luis Landeira Caro (Ferrol, 1973) estudió Periodismo en la Universidad San Pablo CEU. Desde entonces, ha escrito sobre arte, cultura y tendencias en medios de comunicación como Cinemanía, La Voz de Galicia, Jot Down, Icon-El País, GQ, Vozpópuli o La Gaceta de la Iberosfera. Asimismo, ha elaborado publicaciones monográficas para la firma Hugo Boss y para la editorial La Esfera de los Libros.

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