Seis partidos, 18 puntos jugados, y solo tres se han acabado quedando en tierra racinguista. Un esquema que no encaja en una plantilla con lagunas, y un gerente, que como la gran mayoría de sus compañeros de profesión, no se mueve de sus ideas, a sabiendas de que su puesto de trabajo depende de unos resultados que hasta el momento, no han llegado.
Puede parecer el trailer de una película de terror, o para los más positivos el inicio de una de superación, pero sea como sea, es la actual situación del Racing. Tres puntos de dieciocho disputados, una dinámica de lo más negativa, y una situación que mete miedo a Belcebú. Claro queda que los resultados no acompañan a los de Cristóbal Parralo, y que éste, tampoco parece dispuesto a cambiar un sistema que durante mucho tiempo le funcionó, pero que en esta plantilla parece no encajar, al menos de momento.
Un equipo totalmente nuevo en su mayoría, con 16 incorporaciones de las cuales varias aún se encuentran en un periodo de adaptación física. Una defensa al borde de la asfixia que empieza a respirar tras la recuperación de David Castro. Un frente ofensivo que reclama unos balones que nunca llegan, y claro está que poco daño se le puede hacer a un rival con los cañones exentos de balas. Eso sí, la idea de juego es intocable, no así como la gran cantidad de jugadores no renovados la pasada campaña, en algunos casos por decisiones que más huelen a lo extradeportivo que a lo realizado sobre el verde.
El centro del campo se encuentra desencajado tanto en fase ofensiva como defensiva, aunque esta última es la más preocupante de todas. Generando grandes espacios que obligan a Naldo y Aleksa Puric a salir de su posición y dejar espacios a unas espaldas que jornada tras jornada se observa como son el talón de Aquiles de los centrales departamentales. Laterales sin llegada, extremos que no logran recibir balones, Señé como engranaje principal de un motor donde las cadenas no encajan, un Álvaro Giménez que sin balones, poco puede hacer, y un mecánico que
no parece dispuesto a cambiar su diseño a sabiendas de que las piezas no son las mismas que las del anterior.
El cambio en la forma de jugar resuena cada domingo en A Malata, pero quien decide, no parece dispuesto a ceder, más por cabezonería que capacidad, de la cual nadie duda, aunque recuerden, ser cabezón es bueno, ya que se elige un camino y se recorre hasta el final, ahora bien, cuando el camino acaba, el que sigue caminando por el mismo, es el tonto, no el cabezón.
Y sin darse cuenta, la cabezonería derivada en tontería, puede generar que quien ha sido un Dios en A Malata, pueda salir como un profeta más.
Todos desearíamos volver a ver al Cristóbal de mayo de 2023. Un entrenador resiliente, aferrado a una idea que daba frutos, que aceptaba la crítica y en la derrota hablaba de la posible solución.
Pero algo ha cambiado en Ferrol. El técnico se ha quedado desencajado, al igual que sus jugadores sobre el verde. En la pasada rueda de prensa no logró sacar el problema de un equipo que acaba de recibir cuatro goles en casa ante un Albacete que venía de tres jornadas seguidas con resultados negativos.
Como decía Darwin, en la adaptación está la clave de la vida, y claro está, que como Cristóbal no logre adaptar su idea a los futbolistas de los que dispone, acabará muriendo en el sentido deportivo con una idea, que por el momento, no parece dar para mucho más.
El fútbol es injusto, se vive del corto plazo, todos desean resultados inmediatos y aunque eso no es bueno para nadie, hace que con una victoria todos los ánimos y dinámicas cambien. Así que, por el bien de todos, esperemos que el Racing de Cristóbal Parralo se realce, y recupere un vuelo que hasta el momento estaba dándole mucha vida a una ciudad que venía años reclamando alegrías.