Limones, máxima pasión ferrolana en el clásico del verano

María Fidalgo Casares (*)

Probablemente, los conciertos de Santi Santos son uno de los eventos culturales que más despierten la sensación de ferrolanía.
En plena calle Real y organizado por el clásico bar Derby,  con su grupo Limones, volvía a comparecer en lo que ya constituye uno de los clásicos del verano. El tiempo acompañaba: ni frío ni calor ni otros eventos que pudieran hacerle sombra.

La calle estaba abarrotada y era casi imposible pedirse una copa. El aforo superó las doscientas personas que se amontonaron prácticamente delante y detrás del escenario sin solución de continuidad.

Un repertorio para todos

La banda sonó como siempre impecable. Marcelo Beltrán, Fabián  Benito y Sergio González, al unísono, arropando al líder como caballeros de la tabla redonda. Esta vez la invitada Alba Carballeira – también un elemento clásico de los conciertos ferrolanos- que no solo les acompañó en el Canto de la Sirena, sino
en casi todo el evento.

La banda con Alba Carballeira

Interpretaron muy buenos temas y todos muy bien ejecutados, con cercanía con el público y máxima entrega en cada uno de ellos.
Rozaron la perfección en lo que se espera de una banda y un cantante. Estar a pie de calle, a escasos metros de cada rasgueo de guitarra o toque de armónica no tiene precio cuando te gusta lo que oyes. Algo que es fácil porque elige un repertorio para todos.
Ochentero de corazón y formación, interpreta desde los temas de sus discos -siempre coreados-, a clásicos de los 70 y 80 o modernas canciones que se adecuan a su estilo y que lleva a su terreno de una forma tan natural que parecen haber sido suyas desde siempre.

Tampoco faltó en el concierto su personal homenaje a Galicia, interpretando algunos temas en gallego, sobre todo del ferrolano Andrés do Barro y esta vez, la canción de Cecilia Mi querida España” fue especialmente coreada, marcando también la españolidad de Ferrol, normalmente invisibilizada.

Muy ligado a Ferrol

Desde sus comienzos, Santi Santos, cuando era un alumno de Montefaro, y su repertorio eran las canciones del Concilio Vaticano II, a su transmutación en gran cantante pop, el artista ha demostrado un saber estar en el escenario y una dedicación a su público que le ha distinguido de la mayoría de los cantantes de su generación. Su
gran afinación y la calidez de su voz ha mejorado como los buenos
vinos.

Santi Santos es un músico que jamás defrauda y hace que el público participe y se involucre en la performance musical como muy pocos artistas pueden conseguir.

Un público variopinto

Desde un punto de vista antropológico, la composición del público del concierto asombraba. Desde el almirante Ignacio Frutos y su esposa, Daría Blanco con una troupe de hija y sobrinas monísimas; a altos mandos de la Armada, políticos locales; Indalecio Seijo Jordán, ex Presidente de la Autoridad Portuaria; Santiago Bores el gran arquitecto; Helena Segura artista fotográfica; Miguel Castro, el escritor de moda en Ferrolterra, a decenas de mujeres entradas en años cuyos años mozos tuvieron como banda sonora a los Limones, niñas de corta edad, o Elisa, la conocida vendedora de la ONCE; o en primera fila Luis Fraga su primer profesor de guitarra que le daba clase después de misa por cinco pesetas. Todos asistían por distintos motivos, pero con la misma ilusión, a un concierto musical que para muchos supone mucho más que un concierto. Que hubiera un público tan heterogéneo es indicativo de la capacidad de Santi Santos de llegar donde otros jamás llegan y convocar a una síntesis del “todo Ferrol”.

Santi Santos y María Fidalgo, amigos desde los 80 y autora del artículo

Alto voltaje emocional

Santi Santos lleva casi 4 décadas de trayectoria musical y está muy unido a Ferrol, la ciudad en la que nació y vivió. En todas las actuaciones, sean donde sean, muestra su bonhomía como persona. Se deja la piel en el escenario y jamás escatima con su tiempo. ç

Esta vez estuvo en la Calle Real más de tres horas sin parar y sin perder ni la sonrisa ni la pasión por lo que lleva haciendo casi medio siglo.

Un público entregado

Santi Santos ha dejado un legado impagable para la posteridad. La canción “Ferrol,” es un himno, que la ciudad ha adoptado como propio de forma espontánea y que emociona cada vez que se oye.
Como no podía ser de otra manera, su interpretación fue el punto de mayor voltaje emocional. Tanto que los dos centenares de personas lo cantamos dejándonos el alma. Y no faltaron lágrimas entre los asistentes porque despierta sentimientos identitarios difícilmente descriptibles. En cada acorde, permite asumir y expresar el orgullo de ser ferrolanos de corazón y cómo amamos profundamente nuestra ciudad. Y es algo que para nosotros nunca podrá expresarse mejor que con los versos de Santi Santos. “Sé que aquí nací y aquí quiero quedarme. Aquí está mi hogar, donde se acaba el mar”.

 (*) María Fidalgo Casares, es Académica de la Historia y experta en la movida de los 80

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