Enrique Barrera Beitia.
En un artículo que publiqué el pasado 31 de enero en esta misma sección con el título ¿Desfilarán losrusos por la Castellana?, dije que en el primer semestre Rusia erosionaría la resistencia ucraniana, y que lanzaría una ofensiva operacional entre julio y septiembre para impactar en la campaña presidencial de EE.UU, porque Vladimir Putin prefiere a Donald Trump en la Casa Blanca.
Las noticias que nos llegan avalan este cronograma, ya que la incesante percusión rusa en la línea de frente busca embeber a las cada vez más escasas y peor entrenadas reservas ucranianas. Además, los servicios rusos de inteligencia tienen muy bien monitorizada la logística rival, y el pasado 11 de mayo misiles Iskander destruyeron por la noche 600.000 proyectiles de artillería de 155 mms horas después de haber sido desembarcados y almacenados. El precio de cada proyectil ha pasado de 2.160 $ en 2022 a 3.600 $, así que pueden ustedes calcular el desastre.
Ahora mismo una ofensiva convencional con blindados seguidos por infantería mecanizada y con apoyo artillero y aéreo, podría ser incluso innecesaria. En su lugar, la continuidad de asaltos tácticos a nivel máximo de compañía y a lo largo de todo el frente. podría producir una crisis que fuerce en enero de 2025 unas negociaciones en términos favorables a Rusia.
De todas formas, cuando escribo estas líneas los paracaidistas rusos han atravesado el canal que cruza Chasiv Yar y están usando dos brigadas para cercarla. Es una localidad estratégica porque permitiría avanzar hacia el noroeste en un terreno relativamente fácil y dejar aisladas al este Kramatorsk y Slovianks.
Es obvio que retrasar lo inevitable empeorará significativamente la recuperación ucraniana y su viabilidad como estado, pero antes de las elecciones presidenciales norteamericanas parece que importa muy poco a los que mandan.
En Occidente se habla de más de 400.000 millones de $ para reconstruir Ucrania, obviando que la mayor parte de la destrucción se ha dado en los 125.000 kms2 de territorio controlado por Rusia, donde viven 6.5 millones de personas.
El verdadero problema para Ucrania es el demográfico, porque una parte de los 26.5 millones que viven en los 478.000 kms2 que controla Kiev querrá ir a Rusia, y de los 6.5 millones de refugiados en el extranjero no todos regresarán dada su juventud y nivel de estudios. Menos población, más vieja y peor preparada. Esperemos que los que les han embarcado en esta aventura militar no cometan la indignidad de dejarles tirados.
La única noticia positiva de esta guerra es que, como en todas, la ciencia médica acelera su avance. En Ucrania las heridas de bala no llegan al 25% de las totales, y el resto es el resultado de la artillería, minas y drones. En la Segunda Guerra Mundial la mortalidad en los hospitales del ejército rojo era del 7.5%, en la guerra contra Chechenia fue del 1.1% y aquí es del 0.45%, de manera que el 98% de los heridos (frente al 76% de la SGM), son recuperables en términos físicos, naturalmente con la ayuda de prótesis muy mejoradas que se hacen mediante impresoras 3D. Supongo que las cifras ucranianas serán similares.