María del Carmen Barrera e Izaguirre, Beata Josefa María nació en Ferrol el 23 de mayo de 1881. Fue fusilada en Madrid en noviembre de 1936. Beatificada en Roma el 10 de mayo de 1998 por el Papa San Juan Pablo II junto a otras seis hermanas mártires.
Vio la luz del día en Ferrol y era la mayor de cinco hermanos. Era agraciada, bondadosa, tranquila, siempre estaba risueña. Su niñera le decía encantada “Carmiña, como tú no hay otra”. Desde pequeña quiso ser carmelita y su mayor diversión era vestirse de monja con lo primero que encontraba. Así ataviada iba al espejo y se contemplaba , poniendo los brazos en cruz miraba al cielo y se creía otra santa Teresita.
Su padre Emilio Barrera, comandante de Marina, satisfacía todos sus caprichos. Pero su madre, María Izaguirre, sabía unir el cariño a la firmeza, haciendo de contrapeso y corrigiendo sus defectos, era un poco dormilona y no le gustaban las faenas de la casa. Ya en el Monasterio se lamentaba de haber sido vanidosa y de abusar de la predilección de su padre.
Tenía una piedad profunda, en la que desataca su amor a la Eucaristía, devoción que desarrolló junto al beato Manuel González, como María de los Sagrarios
El 15 de octubre de 1918 entra en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, haciendo realidad de su entrega al Señor en la vida religiosa. pronunció sus votos en 1919 recibiendo el nombre de Josefa María. Era muy humilde y al principio de su vida decía que no “tenía madera de mártir”. Se ofreció para fundar en un país de misión, pero esta fundación no se llevó a cabo. Era abnegada, cariñosa, pero firme. Durante muchos años fue la enfermera de la comunidad
En 1936 fue escogida por la superiora para permanecer en Madrid, entre el grupo de las siete Hermanas. Su familia deseaba llevarla a casa, pero ella rehúsa porque había dicho con sus compañeras: «Hemos prometido a Jesús las siete unidas no separarnos. Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes».
Dado el cariz que tomaban los acontecimientos al estallar la Guerra Civil, las Salesas del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid alquilaron un piso semisótano en la cercana calle de Manuel González Longoria, por si las cosas empeoraban, como en efecto sucedió. A este piso refugio tuvieron que trasladarse las siete Salesas que quedaban de la Comunidad el 18 de julio de 1936. Tras unas semanas de relativa tranquilidad, fueron denunciadas por ser Religiosas. Sufrieron varios registros que culminaron con su detención el 18 de noviembre para llevarlas a fusilar. Ellas, al subir al coche hicieron serenamente la señal de la cruz ante el griterío del populacho que pedía su muerte. Las llevaron a un descampado en el cruce de las calles de López de Hoyos y Velázquez, y allí, al bajar del coche las mataron.