José Manuel Otero Lastres (*)
A veces uno tarda en darse cuenta de las cosas. La democracia supuso la apuesta de un pueblo por valores que conforman una forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
Muchos creímos en esos valores, y fueron los que pusimos en práctica desde la entrada de nuestro nuevo sistema político hasta una fecha, el 1 de junio de 2018, en el que hubo un verdadero desgobierno mucho más importante que el que parecía.
En esa fecha, Mariano Rajoy recibió la censura del Congreso de los Diputados, tuvo que presentar su dimisión al Rey y a éste le propusieron un nuevo presidente que sigue siéndolo en la actualidad.
Vistas las cosas con la distancia que ofrece el tiempo, hubo un cambio muy relevante de las circunstancias. Una parte importante de los ciudadanos siguió creyendo en los valores democráticos: reconociendo y respetando como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Y no solo lo creyeron, es que siguen defendiendo esos valores por encima de cualquier otro.
Pero hubo -y este es el problema en el que estamos metidos- otra parte importante que cambió de valores: lo importante no son los valores en los que venía asentándose la democracia, sino todos resumidos en uno que es la conquista del poder.
Para que este valor tuviera acogida en los parlamentarios que conformaron el nuevo gobierno, los valores de reconocer y respetar la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley tuvieron que ser arrumbados y puestos por detrás de otros como son los que perseguían cada uno de los partidos independentistas que le dieron al PSOE el gobierno de la Nación española.
Y este modo de entender lo que es la democracia ha puesto al gobierno y la oposición ante lo que se persigue realmente. El gobierno persigue conservar por encima de todo el poder, ofreciendo todo lo que exijan los independentistas para seguir en la Moncloa. Y la oposición, que por fortuna sigue con lo valores como el reconocimiento y respeta como sustentan la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, está tratando de que las cosas sigan como fueron desde que se instauró la presente democracia.
Pero esta idea, de naturaleza política, también se ha asentado entre los ciudadanos: hay unos que se dejan gobernar por los que buscan por encima de todo el poder y hay otros que desean que la democracia sea como nació y que siga ostentando valores como la libertad y la igualdad.
Yo seguiré estando a favor de estos dos últimos valores porque el poder por el poder conduce inevitablemente a la corrupción política: gobiernas no para toda la ciudadanía, sino solo para los que permiten que ejerzas el poder como bien
(*) Es un jurista español,muy ligado familiarmente a Ferrol, también conocido por su faceta de escritor literario y de directivo del Real Madrid, C.F. Desde 2021, es consejero del Tribunal de Cuentas.