El «Presimiente» y los siete votos del Prófugo

Juan Cardona Comellas

Estamos asistiendo atónitos a los logros que consiguen los 7 votos que han hecho posible el nombramiento del presidente Sánchez en la presente legislatura. Junts per Catalunya con menos de 400.000 votantes que representan el 1,6% de los votos totales en España impone sus condiciones al resto de los españoles. Pactan acuerdos que para muchos son claramente anticonstitucionales y cuanto menos son un verdadero chantaje que hacen al «presimiente» aceptarlos con expresión estudiada: «Cataluña está hoy mejor que en 2017».

Para justificar la legalidad de los pactos Sánchez utiliza a sus lugartenientes, entre ellos: la Señora Alegría, siempre con una sonrisa en su rostro, aunque sea para dar un pésame, María Jesús Montero «Chiqui» o Francisco Javier López Álvarez (Patxi) que acuden a todos los medio para repetir con soniquete que la culpa de llegar a esa situación es del PP. Para estos portavoces y portavozas del ínclito «presimiente» son acuerdos que superan a las Siete Partidas de Alfonso X, que durante seis siglos constituyeron el «Libro de Leyes» para España e Hispanoamérica.

Pero no es todo tranquilidad en la banda de los siete. El dirigente «fugado» de Junts está inquieto al enterarse que los acuerdos a los que han llegado antes de la sesión de investidura están escritos con tinta deleble y firmados con bolígrafos «Pilot Frixion».
Sabedores de las artimañas del «presimiente» algunos esperan, con vana esperanza, de que todo finalice a modo de la séptima plaga de Egipto: «El faraón prometió libertades al pueblo judío si Moisés detenía la lluvia destructora. Todo parecencia ir según lo acordado
pero el faraón después de ver que cesaba la plaga cambio de opinión y se negó a mantener su promesa».

Dentro del campo de la oposición, los más catastrofistas, comparan los siete votos con los siete ángeles del Apocalipsis que a cada trompetazo que emitían se producía una catástrofe hasta el séptimo aviso y que se asemeja en la actualidad a romper y trocear el Estado (Reino de España); eso sí a modo bíblico: «Ha llegado el momento de… destruir a los que destruyen la tierra».

Los que imponen sus condiciones independentistas lo hacen normalmente subidos al podio del supremacismo, delimitando fronteras desde la preeminencia de sus seguidores sobre el resto de los ciudadanos, a los que desprecian y les niegan expresarse en su propia lengua
(por cierto, oficial en todo el Estado), a veces con repetición de actos de saña, encono o venganza que hacen traslucir una ira incontenida. Requiriendo con cierta gula el traspaso de competencias con excesos desde la soberbia, que arrastra la insolencia y descortesía a lo que hay que añadir tedio o negligencia de incumplir las leyes a veces con lujuria o a veces con pereza en su aplicación y siempre con un afán desmedido de adquirir mejoras económicas con el control de impuestos exclusivos y rebajas fiscales marcando la figura clásica de la avaricia siempre con la comparación envidiosa con otras Comunidades: «España nos roba», «Madrit hace dumping»… Se puede, sin caer en alguno de ellos, en reconocer los 7 pecados capitales; aunque no creo que les importe mucho navegar entre esos vicios para conseguir sus objetivos de autodeterminación y autoamnistía; ya que si no: «colorín, colorado…»

Hay opiniones para todos los gustos; unos ven, en los 7 votos los Siete Samuráis, otros los Siete Magníficos encabezados por Yul Brynner y Steve McQueen; los más críticos dejan entrever a las figuras de Sabia, Gruñona, Bonachón, Dormilón, Tímida, Mocoso y Mudita o
escenificar el cuento de los Hermanos Grimm «El lobo y las siete cabritillas», con la esperanza de que el lobo tenga sed.

Solo espero que el «presimiente» cambien de opinión o que alguno de los diputados de su partido recupere la cordura y le obliguen a volver a la senda constitucional y convoque elecciones y que el pueblo español se exprese libremente obligando al ganador a cumplir el programa electoral por el cual haya sido elegido. Mucho me temo que no…

 

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Un comentario

  1. Tan bueno como todos los tuyos pero esto es súper oportuno el final de tu artículo es el que nos tememos todos no hay solución