Pedro Sande García
Todos los seis de enero, en un fenómeno que se repite año tras año y del cual no he encontrado ningún estudio sociológico que analice dicho comportamiento, las calles se llenan de pecadores. Es lo que pensaría la reina Isabel I de Castilla a la cual se le atribuye la costumbre de ser una persona muy poco higiénica ya que según ella bañarse era una debilidad y el olor a suciedad demostraba santidad. Vivimos tiempos en que la costumbre de bañarse, ducharse o asearse sigue siendo un hábito poco arraigado entre algunos ciudadanos. Es posible que dicho comportamiento tenga como objetivo la mismabúsqueda de la santidad que ejerció la reina de Castilla, aunque yo creo que es debido a algo mucho menos espiritual y mucho más vulgar y es la existencia de individuos que son unos marranos. Pero hasta estos malolientes se convierten en unos pecadores el seis de enero, ese día, y así se repite desde hace varias décadas, las calles son invadidas por
una marabunta de fragancias que convierte el aire que respiramos en un cóctel aromático que llega hasta la capa de ozono.
Me hubiera gustado poner como título a esta crónica alguno de los cientos de mensajes comerciales con los que nos inunda, en las fechas navideñas, la industria perfumera. Me ha sido imposible hacerlo, y no ha ocurrido por mi deficiencia auditiva, por mucho que lo he intentado no he sido capaz de entender nada de lo que dicen. Oigo unos lejanos susurros, ni siquiera soy capaz de descifrar el idioma en que cuchichean aunque en algunos casos parece tener un tono afrancesado y en otros usan el mismo idioma que en las islas británicas, lo cual es algo contradictorio ya que los habitantes de dichas islas no son un ejemplo de fragancias glamurosas. En cualquier caso, digan lo que digan, creo que los inescrutables mensajes son igual de poco originales que las imágenes que los acompañan. Imágenes, algunas impactantes en su día, pero que por falta de renovación y excesiva repetición se han convertido en una vulgaridad.
Aun mostrando signos de decrepitud es evidente que algunas de estas imágenes comerciales podrían parecer un soplo de aire fresco si las comparamos con aquellos anuncios que mostraban a una modelo que sobre una moto se desabrochaba la cremallera de su cazadora roja mientras una voz oculta susurraba que buscaba a un tal Jacq´s. Pretenden lo contrario pero la publicidad de la industria perfumera suele propagar un aroma hortera y de mal gusto. Con toda seguridad, desde el año 1921, cuando Coco Chanel presentó la mítica fragancia de Chanel Nº 5, no ha habido una campaña de marketing que superara, ni siquiera igualara, a la que protagonizo Marilyn Monroe cuando
confesó que para dormir solo se ponía unas gotas de Chanel Nº 5.
Desconozco si este fenómeno publicitario que se genera en las fechas navideñas se traduce en un volumen de ventas proporcional a la ingente cantidad de horas dedicadas a mostrarnos gente extraña murmurando cosas igual de extrañas. No dudo de la rentabilidad de la enorme inversión publicitaria pero me van a permitir que llegados a este punto les cuente dos curiosidades que aprendí al realizar mis estudios de marketing.
La primera, que tiene que ver con el gasto en publicidad, es una frase que se le atribuye al empresario americano John Wanamaker, uno de los pioneros, en los primeros años del siglo XX, en el uso intensivo de la publicidad. ‘’La mitad del dinero que gasto en publicidad se desperdicia, el problema es que no sé qué mitad.”. Aunque en la actualidad las empresas realizan sus inversiones publicitarias con análisis previos mucho más analíticos y racionales yo creo que la frase de John Wanamaker sigue estando totalmente vigente.
La segunda curiosidad se refiere a los perfumes y colonias como mercancías de consumo. Quizás sean los productos donde a la hora de poner un precio este viene dado, además de por la exigencia de rentabilidad, de manera casi exclusiva por el posicionamiento comercial que del producto se quiere hacer en el mercado. No sé si ustedes han pensado alguna vez si hay alguna diferencia en el coste de producir una colonia de 20 euros o un perfume de 200 euros. Con toda seguridad hay una importante diferencia de coste en el marketing necesario para posicionar a uno u otro producto, pero en cuanto a los costes de producción, los de las materias primas y los de la mano de obra son muy similares. Tanto los caros perfumes como las colonias más populares tienen similares ingredientes como son las fragancias naturales y sintéticas, los diluyentes y los fijadores. Estamos ante un claro ejemplo de que el precio no viene dado por los costes de producción y distribución sino por el posicionamiento de mercado que se quiere hacer del producto.
Siempre que llegan las fechas navideñas y somos invadidos por la propaganda de la industria del perfume me hago la misma pregunta ¿qué ocurre el 23 de marzo, en el mes de junio o ya entrado el otoño, ya no se usa perfume o colonia o sigue durando el regalo del día de reyes? También imagino la cantidad de litros de fragancia que quedarán olvidadas en algún estante y acabarán convirtiéndose en aromas añejos, no quiero ni pensar que puede ocurrir si estos rancios aromas se mezclan con las esencias que destilan los seguidores de la reina Isabel I de Castilla.
No me gustaría despedirme y que ustedes pensarán que soy un enemigo del uso de colonias y perfumes, todo lo contrario, después de mi pecaminosa ducha diaria práctico la misma costumbre que tenía Marilyn Monroe para dormir, me pongo unas gotas de colonia, en mi caso no de Chanel Nº 5.
Cuídense mucho y sean muy felices en este año 2024.